lunes, 19 de diciembre de 2016

Menudo diluvio.

- "¡Nenaaaaaaaaaa! ¿Has oído el trueno?" - ¿Queeee...zzzzzzzzzzzzzzz? - "Te lo dije, Andresito, la pazguata de nuestra nieta no se entera de nada". - ¿Abuela... qué zzzzzzzzzz pasa...?

Más tarde sonó de nuevo el teléfono - "Y ahora ¿lo has oído?" - ¿Me hablas... a mi? zzzzzzzzzzzzzzz - Así se pasó parte de la noche: la abuela llamándome para no sé qué porque, al final, no me enteré de nada. Después, sobre las siete de la mañana la llamé yo - Madame dormir. - Pregúntale para que... - ¡Madame dormir! ¿Qué parte no entender you? - ¡La madre que te parió, inglés!

Pascualita y yo desayunábamos cuando llegó la Cotilla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¡se han abierto las compuertas del cielo sobre mi cabeza y vengo echa una sopa! - ¡Hale! pues ya tiene el primer plato para más tarde - No eres más tonta porque ya no se puede. - Dentro de mi escote, donde la escondí, la sirena se encontraba estrecha y no paraba de moverse.  La imité para que la vecina no se fijara. - ¡Ay, deja ya de saltar que no estoy para tonterías! Asómate al balcón y verás las canoas.

Una lluvia torrencial inundaba las calles de Palma. - ¡Es el diluvio Universal!(gritó la Cotilla) - ¿Por qué llueve tanto, Cotilla? - Voy a secarme porque se me está calentando la boca y acabaremos mal.

Apoyada en la barandilla para ver navegar a las canoas, no pude retener a Pascualita cuando cayó a la calle. Como flechas salieron tras ella la Retatara y la kika que no pudieron cogerla porque sus manos no son reales.  Pascualita fue arrastrada por la corriente. Yo gritaba como una descosida pero, entre los truenos y la lluvia, mi voz se perdía en la nada.

Corrí escaleras abajo y gracias a que los fantasmas familiares flotaban sobre la sirena, sabía dónde estaba. Me tiré de bruces al agua y no conseguí alcanzarla hasta que una bolsa de basura, que flotaba, la paró.

Su piel escamosa tenía el color de los ahogados. Y mientras subía a casa a todo correr, le iba haciendo el boca a boca. Me encerré con ella en la cocina y mientras la Retatara y la kika entraban a través de las paredes, la Cotilla aporreó la puerta. - ¡¡¡Abre, que tengo hambre!!!

Seguí con mis ejercicios de reanimación. La sirena había bebido mucha agua dulce y estaba en las últimas, incluso la Retatara lo decía. Y ella tiene mucha experiencia en muertos. Al cabo de un rato vomitó un agua color chocolate y di un salto atrás pero no pude evitar que me mordiera el labio y tuviera que tirar con fuerza para arrancarla ¡¡¡Que dolor!!!

Después que me calmara un poco abrí la puerta antes de que la vecina la echara abajo. Me miró, aprensiva - ¿Qué te ha pasado en la boca? - Nafa... - Te han mordido... - ¿A fi?... No... - Los ojos, apunto de salirse de las órbitas, giraron enloquecidos - ¡¿Tu abuelito primero está aquí?! - No... - ¡¡¡ESTA AQUIIIIIIIIIII!!! - Y atenazada por el pánico, se tiró por el balcón. Cayó sobre una canoa partiéndola en dos y una pierna del chico que la llevaba. La Cotilla gritaba. - ¡Me he caído de allí arriba! - ¡Han llegado los marcianos! ¡Esta mujer había sido abducida! ¡¡¡SOCORROOOOOO!








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