viernes, 23 de diciembre de 2016

Risas a mi costa.

Cuando a venido la abuela a casa me ha comentado que no ha podido dormir por mi culpa - "Es que era acordarme de tí, nadando como una descosida  para que no te alcanzaran las pirañas jajajajajajaja y me partía de risa Al final acabó doliéndome todo el cuerpo jajajajajajajajajaja Aaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyy Que malita estoy y que poquito me quejooooooooo"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! dejad que me siente, por favor jijjijijijiji... Estoy así desde ayer. Y sin poder dormir ¡¡¡Que risa cuando algo te picó en un pie, boba de Coria ¡que cara de espanto pusiste! Incluso yo me creí que había pirañas de verdad en el agua del foso jajajajajajajaja ¡Ayyyyyyy, que arte tienes, jodía jajajajajajajaja... - "Cambia de tema, Cotilla ¡Que dolor de barrigaaaaaa jajajajajajaja" - ¡¡¡Ya vale de reírse de mi!!!

La abuela se puso seria y con cara de enfado dijo a su amiga - "¿Te das cuenta lo sosa que es mi nieta? ¡Que cruz tengo con ella!... jajajajajajajaja" - Las lágrimas que corrían por sus mejillas se llevaron por delante el maquillaje y su cara quedó como un cuadro abstracto en una mezcla de colores.

- Hoy no se lo tengas en cuenta porque, gracias a ella, el pabellón de los mallorquines quedó bien alto ¡Ganó la carrera! jajajajajajajajaja - Ay, Cotilla, ni la nombre jajajajajaja
Mi fui a tomar el aire en el balcón. Caminaba a la pata coja porque no había zapatilla que me entrara, tan grande era la hinchazón que me provocó el mordisco de Pascualita. Un rato después, ya más calmadas, quisieron congraciarse conmigo. - "¿Jugamos a las cartas?" - ¿Sin trampas? - "Vaaaaaaleeeee". - ¿Cuándo las hemos echo? (protestó la Cotilla)

Nos sentamos en el comedor y empezamos a jugar. - Al principio iba muy bien. Las tenía dominadas pero, un rato después, me di cuenta de que a mis escaleras incipientes, les faltaban cartas. Miré por el suelo pero no encontré nada sospechoso. Las amigas hicieron una escalera tras otra, sumando puntos y más puntos. Y entonces, me di cuenta. - ¡Me estáis robando mis cartas! - "¡Esa boca, nena!" - - ¡Estas las tenía yo! - ¡Eh, no se pueden cambiar las jugadas! (se quejó la Cotilla)

Harta de sus niñerías las dejé plantadas y me senté en el sofá de la salita, añorando el Tour de France y sus fantásticas y gloriosas siestas.


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