martes, 10 de enero de 2017

Discusión.

La Cotilla no consigue entender que el gobierno le de tanto bombo y platillo a la subida de las Pensiones cuando saben que será "ná y menos" el incremento. - ¿Seguro que no tienes una lupa? - Que nooooooo... - ¿Y tu abuela? ¿Le has preguntado? - Síííííí´... - ¡¿Sí que tiene una lupa? ¡Bien! ya sabía yo que en su casa habría alguna... como son tan ricos. - No me ha entendido, Cotilla: Es sí, se lo he dicho. Y no, no tiene ninguna. - ¡Vaya! así que mucho aparentar pero todo es fachada. - Suele pasar hasta en las mejores familias.

Está desolada porque no lo verá. - Ve usted menos que un gato de plomo, Cotilla. Eso son los años. - ¡Me chivaré a tu abuela, boba de Coria y te pondrá las peras a cuartos porque ella es solo unos días mayor que yo!

Mientras teníamos ésta discusión me pareció ver por el rabillo del ojo, algo que se arrastraba camino del balcón. Así que dejé a la vecina con la palabra en la boca y fui para allá. No me había equivocado, Pascualita iba de caza.

Llevaba puesto un gorrito de lana que tapaba sus pelo-algas. Y con la bufandita liada al cuello parecía un ahorcado arrastrando la cuerda en plan zombi ¡Que cosa más fea!

Son obra de la abuela y ¡pobre de mi si viene y no las lleva puestas! Me quedo sin la Torre del Paseo Marítimo. A la sirena se la veía incómoda, sobre todo cuando se pisó la bufanda con su cola y empezó a ahogarse. Me dio la risa porque se estaba poniendo azul y bizqueaba - ¿De qué te ríes, boba de Coria? (preguntó la Cotilla) - De nada. - ¿Tu ríes a destiempo? Menuda cruz tiene tu abuela contigo.

Pascualita, que no aguanta nada, estaba más cabreada que un mono y sin que tuviera tiempo de cogerla, saltó desde el balcón, a través de los barrotes y cayó sobre las ramas del árbol de la calle. Desde allí oía el ruído de sus dientes castañeando. En parte por el enfado y en parte porque estaba muertecita de frío. Fui a por la fregona para cogerla, y al volver había unos cuantos gorriones que se hinchaban a ojos vista, mientras saltaban, gruñía, piaban fuerte e intentaban volar sin conseguirlo porque, a medida que pasaban los minutos, estaban más hinchados.

La Cotilla, harta de estar sola, se acercó al balcón. - ¿Qué clase de pájaros son esos? - Una nueva... especie... - ¡¿Otra especie invasora en la isla?! No podemos dejar que acaben con la fauna autóctona ¡¡¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA!!! (gritó enardecida)

Tanta euforia la pagó cara cuando, asomada al balcón, le pesó más la cabeza que el culo y cayó sobre las ramas del árbol... que le dejaron paso de camino a suelo. Menos mal que Bedulio pasaba por allí y pudo cogerla al vuelo. La Cotilla no cabía en sí de gozo ¡la había salvado un Hombre! En cambio el Municipal se fastidió los brazos... y la cabeza al caerle encima un gorrión talla XXXL.

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