miércoles, 4 de enero de 2017

Me persiguen.

Salí a la calle a ver las luces navideñas, visitar los mercadillos de regalos y a que me diera el aire porque en casa es irrespirable a causa de la mal sensación de sentirme espiada día y noche. De modo que metí a Pascualita en el termo de los chinos y partimos hacia la Plaza Mayor.

Le iba contando a la sirena las cosas que me llamaban la atención y lo hacía poniéndome una mano en la oreja como si llevara un auricular. Es que todavía me da vergüenza que me vean hablando sola por la calle, como si estuviera majareta. - ¿Qué te parece éste olorcito? Son gofres...  ¿quiéres uno? Ahora no, más tarde... Que bonitos están los árboles llenos de luces... ¡Mira, ahí está la fuente donde jugaba de pequeña jejejeje ¡Ahora verás! (metí la mano en el agua, que era dulce y la eché en el termo de los chinos)

Pascualita empezó a toser y agitarse en tan reducido espacio. Solo entonces me di cuenta de lo que había hecho. ¡La sirena se ahogaba! Me aparté rápidamente hacia un lugar oscuro para vaciar el termo... pero no llevaba el guante de acero y ella estaba fuera de sí. La agarré por los pelo-algas y evité sus terribles dientecitos de tiburón... pero no el chorrito de agua envenenada que me tiró la muy jodía y me dio de lleno en un ojo.

Muerta de dolor grité, salté, corrí e hice un zapateado que fue recompensado por una gran ovación por parte de la gente que había echo un corro a mi al rededor. Inmediatamente, la gran mayoría dejó algunas monedas en el suelo. cuando la gente se fue me di cuenta de que había reunido un apetecible  capitalito

Cuando más dolor sentí levanté la cabeza para seguir gritando y vi que no estaba sola. En lo alto de una farola cercana, estaban la Retatara, la Cotilla y Pascualita, flotando junto a la farola. ¡La familia en pleno me había seguido... Y lo que era peor ¡¿Habrían visto a Pascualita?

Sonó el móvil, era la abuela. - "Te espero en el Auditorio a las diez de la noche. Andresito y yo, cantamos" - ¡Pero si no sabéis! - "¿Quién eres tú para opinar sin habernos oído?" - En eso tienes razón. Vaaaaale, vengo. - Mi familia fantasmal nos siguió. 

Al salir del teatro tenía la certeza de que caería una tromba de agua de las que hacen época. Como así pasó. Definitivamente los abuelitos cantan como el culo. Media hora más tarde, Palma estaba inundada como una Venecia cualquiera.

Al llegar a casa Pascualita estaba en las últimas. Llené un dedal de chinchón y se lo bebió de un trago mientras yo iba a por la garrafa de agua de mar.



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