jueves, 5 de enero de 2017

Noche de Reyes.

¡Vienen los Reyes y yo con éstos pelos! No me ha quedado más remedio que ir a la peluquería a pesar de no haber pedido hora. La espera se me ha echo eterna pero ha valido la pena. Por lo menos eso ha dicho la peluquera: - ¡Que guapa estás y que falta te hacía un cambio! - Y si ella lo dice... Al salir a la calle, una fuerte racha de viento ha dado al traste con el peinado y los treinta euros que me ha costado.

Esta noche tengo que aprovechar para encontrar al futuro padre del biznieto de la abuela. ¡Vienen tres reyes, más los numerosos pajes de cada uno de ellos. Músicos, bailarines, comparsas, chóferes de las carrozas, policías con traje de gala ¡como me ponen los uniformes! etc. etc. etc... Si hoy no lo consigo, no lo haré nunca y me quedaré sin la Torre del Paseo Marítimo.

No sabía qué ponerme y me lo he probado todo. - ¿Se puede saber dónde vas con tantos nervios? (preguntó la Cotilla desde la frontera entre los dos años) - ¿No recuerda qué día es hoy? Noche de Reyes. - ¡No me lo recuerdes!... pero hazme un favor: aligera tú por mi,las carteras de los espectadores de la Cabalgata. - ¿Yoooooooooooooooooo? - ¿Cómo voy a llegar a fin de mes si no puedo trabajar?

El concierto de pitos bajo el balcón me anunció la llegada de la abuela. - "Vamos, te llevo a ver los Reyes. Que te conste que les he pedido un biznieto para éste año y tienes que echarles una manita, guapa, que tengo que dártelo todo mascado, jodía"

La Retatara y la kika se colaron en el rolls royce y lo inspeccionaron de arriba abajo. Parecieron complacidas con lo que vieron y decidieron quedarse a vivir en él... de momento. - No podremos meternos con éste coche por Palma. No podremos aparcar. - "Que te crees tú eso" - No quiero hacer el ridículo. Me voy andando.

Apretujada como una sardina en lata, intenté acercarme a la primera fila de gente, desde muchos puntos del desfile pero me fui imposible. Feroces mamás y peligrosas abuelas, me lanzaron miradas asesinas que no auguraban nada bueno si intentaba colarme.

Ya desesperaba cuando escuché un conocido claxon ¡el rolls royce de la abuela iba abriendo la cabalgata. Tras el iba la policía montada con sus cascos coronados por penachos de crines blancas. ¡Y esas casacas rojas y pantalones ajustados!... ¡Y me lo estaba perdiendo por tiquismiquis! Tendría que haber echo caso a la abuela e ir con ella en el coche!

Volví a casa con los pies hinchados, tiritando de frío y más cabreada que un mono. Allí me esperaba una sorpresa. En la salita estaban la abuela junto a un guardia en traje de gala, charlando por los codos y riendo de cualquier tontería ¡Ligando! La botella de chinchón había descendido drásticamente. Y Pascualita, colocada en plan broche sobre el pecho cuajado de lentejuelas de la abuela, me miraba con sus ojos de pez, bizcos a causa del alcohol, mientras hacía la señal de OK.




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