lunes, 13 de febrero de 2017

Querido abuelito.

Llamaron a la puerta. Eran la Cotilla y Bedulio. Ambos algo maltrechos: demacrados, pálidos y ojerosos. Les pregunté: ¿Váis a ir de zombis en el Carnaval? - La expresión de "no tengo ni idea de lo que dices" se pintó en sus caras y creí ver un ligero tic en un ojo del Municipal. - ¡Vámonos! (apremió la Cotilla) - No puedo... Tengo que entregarle este aviso (mostró un sobre oficial) - Espero que sea una notificación para encerrarlas en el manicomio (a la Cotilla se la notaba molesta) - ¡No caerá esa breva!

- ¡Pasad de una vez que se me enfría la casa! - ¡Nooooo! no me atrevo. Toma la carta, firma aquí como que la has recibido y me largo con viento fresco - Pero Bedulio, el sobre viene a nombre de mi abuela. - ¡Tú firma y ya está! - ¡Ni hablar que luego se enfada conmigo! - Yo vengo a buscar mi bolso que me lo dejé aquí ayer. - No me extraña, Cotilla. Salió usted por pies. Páse y cójalo. - ¡Ni hablar! Dámelo tú.

Aquí pasaba algo raro. ¿Por qué no querían entrar estos dos? - ¿Tenéis miedo? (se estremecieron) ¡Siiiiiiiiiiiiii! jajajajajaja ¿Os da miedo la cabeza jivarizada? jajajajajajajaja Pobrecito Pepe. Si no hace nada. Es solo una cabeza cortada y reducida a la que le cosieron los ojos y la boca. Así que ni pía ni muge jajajajajajajaja

- ¿Tú crees que es normal tener una cosa así en casa? ¡Y en la cocina! ¡Bedulio, múltala! - A mi no me meta en líos, señora. Yo solo quiero entregar el sobre y marcharme que tengo mucha faena en el cuartel. - Pues hasta que no venga la abuela...

Pascualita había empezado a hacer sus ejercicios de saltos mortales con tirabuzón. Le convenía porque, de nuevo, le estaban saliendo michelines y empezaba a no caber en el termo de los chinos. Tal vez ella misma se dio cuenta y saltaba cuando menos lo esperaba. El comedor está siempre inundado de agua de mar porque no es nada cuidadosa. Claro, como ella no tiene que estar con la fregona todo el día...

Los ¡¡¡CHOF!!! alteraron a los visitantes - ¡¡¡Dáme el bolsooooo!!! - ¡¡¡Firmaaaaaaa!!! - Y entonces comprendí. Esos dos pánfilos creían a pies juntillas que existía el espíritu pendenciero de mi primer abuelito. Y aproveché. - ¡Abuelitooooooooooooo, no tires más agua al suelo, coñe! - Chitsss... No lo provoques... que se enfadará ¡¡¡y firma de una vez!!! - Por tu madre ¡¡¡dáme el bolso!!!

La abuela llegó en aquel instante. - "¿Por qué no los dejas pasar, boba de Coria?" - Tienen miedo del abuelito. - "Ah... es comprensible. Cuando le da por tirar agua al suelo se puede esperar cualquier cosa de él y ninguna buena... Pero pasad y tomaremos un chinchón en su honor. Tal vez eso le calme"

Antes de que la abuela terminara la frase, los visitantes habían desaparecido.

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