martes, 28 de marzo de 2017

El culo como un pandero.

Andresito ya ha superado todos sus problemas físicos... bueno, aún tiene agujetas pero las lleva con resignación cristiana. No le queda más remedio porque la abuela le ha dicho que no piensa quedarse en casa contemplándolo. Que ella se irá todas las tardes a El Funeral como viene haciendo desde hace ya unos años. Y como el abuelito no se fía un pelo de ella, no le queda más remedio que hacer de tripas corazón e irse también. Sabe que hay unos cuantos "mozos" que beben los vientos por su mujer y que a ella le gusta sentirse admirada y deseada... aunque sea a fuerza de viagras, así que la convalecencia la está haciendo en la cafetería.

- "Vendremos a comer a tu casa porque esta tarde tenemos que ir al funeral" - ¿A qué hora? - "A las siete y media" - ¿Tan pronto abren? - "El cura no quiere retrasos" - Vaya. ¿así que hoy no habrá baile? - "¿Por qué?" - Es inútil hablar con ella. -  ¿Pensáis dormir la siesta aquí? - "¡Naturalmente! Y a pierna suelta porque dan la Volta ciclista a Catalunya en la tele." - Como añoro esas tardes de ciclismo... - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿qué vais a comer? - Usted tendrá muchos años pero el radar le funciona como si tuviera quince. - "¿A qué ha venido lo de "muchos años"? - No iba por tí, abuela... - Nos llevamos tan poco tiempo que quien ofende a una, ofende a la otra (a la Cotilla le gusta meter el dedo en la llaga) - ¡Que suspicaces, caramba!

El caldo de pescado con tropezones de la abuela estaba para chuparse los dedos. Y de hecho, nos los hemos chupado... cada uno los suyos porque no me gusta encontrarme dentaduras ajenas en la boca y menos después de comer.

Animada por el vino y el chinchón trajinado durante la comida, la Cotilla se dirigió a Andresito: ¿Te has puesto silicona en las nalgas como esas pijas millonarias americanas? - NO. -  Te han quedado como un cojin confortable... - Vale, Cotilla (dijo el abuelito, incómodo... por no poder sentarse bien y por la tabarra que se avecinaba de parte de la vecina). - ¿Eso te ha salido porque vas a cumplir los cien años? - ¡Menuda tontería!. - ¡Ah, no sé! Dímelo tú. Yo soy más jovencita que tu y estas cosas todavía no las he experimentado. - Me atraganté con el chinchón.

Después de recoger la mesa del comedor fui a sentarme a la salita donde ya sea oía al cometarista de la televisión narrando la carrera ciclista. Andresito y la abuela roncaban en plan orquesta sinfónica. Dejé a Pascualita sobre el sofá mientras me ponía cómoda. Medio adormilada como estaba, no reaccioné a tiempo cuando la Cotilla, que venía del cuarto de baño, se sentó sobre la sirena. Mi grito de horror quedó amortiguado por el grito de dolor de la vecina. Después, mientras me dormía irremisiblemente, sonreí al pensar en lo contenta que estaría la Cotilla cuando, al despertar del coma etílico al que yo la había inducido con chinchón para que no recordara nada al despertarse, viese que también ella, tiene el culo como un pandero.

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