viernes, 28 de abril de 2017

Pepe se cae.

Las dos amigas han llegado juntas a mi casa. - ¿A que viene éste cónclave? (pregunté, sin ánimo de ofender) - "Venimos a desayunar" - ¿Y las ensaimadas recién hechas o las magdalenas del contenedor del súper? - "Solo traemos hambre. Ya va siendo hora que pongas tú algo" - Pongo la casa, la mesa, las sillas, las tazas, la leche, el café, el cola cao, el azúcar y las cucharillas ¿Os parece poco? ¡Ah, y las servilletas! - ¡Son de papel, boba de Coria! - ¡Pero las pago!

De nada me valió la encendida defensa que hice de mi postura ante el asalto de las gorronas. Tuve que ponerlo todo, pan tostado incluido. Y mientras desayunábamos en la cocina, ellas charlaban por los codos y yo rumiaba mi mal humor hasta que Pepe, sin que nadie lo tocase, cayó rodando por la mesa. ¡Menudo susto nos dio! - "¡Que jodío es el jivarizado éste!" - ¡Ay, pensé que era el anima de tu primer abuelito! - Entonces se me vino a la mente el pensamiento que tuve el otro día y me asusté - Del abuelito, no pero ¡de Pepe, sí! - Qué dices. Si es un llavero. - Ahora sí pero... ¿antes, qué?.

Me pusieron de vuelta y media y de tonta para arriba, pero yo sabía de qué hablaba... o creía saberlo. - Antes fue una persona, por lo tanto su alma vaga por ahí. - "Pues estará por Nueva Guinea Papúa si se lo comieron allí con patatas" - No estaría yo tan segura... a veces me ha guiñado el ojo, abuela. - ¿Qué ojo? - Uno de los dos... - "¡Si no tiene!" - El de su ánima. - ¡Que cruz tienes con tu nieta! -

De repente, la cabeza se movió y cayó al suelo donde el metal del llavero sonó a pequeña cadena fantasmal - ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYY!!! (gritamos las tres a la vez) - ¡Tira esa porquería a la basura! (dijo la Cotilla mientras se levantaba, a toda prisa, para irse) - No puedo. Si es el ánima necesita el cuerpo para cobijarse. - "¡Tampoco hay cuerpo! ¡Tíralo!" - Mejor se lo damos al señor Li y que haga lo que quiera con él. Al fin y al cabo, salió de su tienda.

Pensé que me acompañarían a la tienda de los chinos pero la Cotilla ya había huído y la abuela se encerró en su rolls royce, diciendo - "¡A toda pastilla, Geoooorge!" - Y se perdieron de vista en un santiamén. Así que, haciendo de tripas corazón, fui a ver al señor Li con Pepe en el bolsillo. A medida que me acercaba empecé a sentir remordimientos. ¿Iba a ser capáz de abandonarlo como a un perro? Peor aún porque Pepe no llevaba chip... Se encontraría muy solo, perdido en algún rincón del enorme y atestado local... ¿Y Pascualita? ¿qué sentiría al no ver a su amigo?... ¿Eran realmente amigos? (este era otro punto de vista, destinado a descargarme de cualquier culpa que pudiera sentir)... Le gustará sentirse como HIJA UNICA a la medio sardina.

Enfrascada en mis pensamientos me vi, de pronto, ante la tienda de los chinos y entré decidida. El señor Li estaba en la Caja. Me acerqué y sacando a Pepe del bolsillo, se lo enseñé. - ¡Mire que le traigo, señor Li! ¿Se acuerda de esto? - ¡No devolvel dinelo! ¿Santa Lita, santa Lita, lo que se da no se quita! ¡Tu quedal llavelo cabeza jivalo! ¡Fuela de tienda. Fuela! ¡Aqui solo coblal, no devolvel dinelo! - Antes de que pudiera reaccionar alguien me dio un empujón y me encontré en la acera. Desde entro de la tienda el señor Li me mostraba el puño cerrado ¡Menudo cabreo llevaba!

Volví a casa con Pepe y lo coloqué, de nuevo, en el estante de la cocina. No entendía la reacción del chino... tal vez él "había visto" el ánima de la cabeza. No hay que olvidar que el señor Li es oriental... Bebí unas copas de chinchón para aplacar los nervios y entonces lo vi todo claro: - El señor... Li es... oriental... ¡¿Y que tendrá que ver la velocidad con el tocino?!  

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