viernes, 12 de mayo de 2017

Cocina la Nieta.

- Abuela, ven con el abuelito a comer a casa. - "¿Qué mosca te ha picado?" - Haré una receta para chuparse los dedos. - "¿Han abierto una tienda de comidas preparadas en tu barrio?" - Guisaré yo. - "Pues lo siento, no vamos a poder venir porque no tengo suficiente sal de frutas para combatir el dolor de estómago." - ¡Dáme un voto de confianza, mujer!  - "Te doy todos los votos que hagan falta pero no pienso sacrificar los años de mi segunda juventud por un capricho tuyo" - ¿Segunda? - "¿Tienes algo que objetar? - Su voz, amenazadora, me indicó que estaba pisando terreno pantanoso y me callé.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Otra vez hay que ir a votar? - Ay, Cotilla, afine el oído cuando vaya a poner la oreja. Lo que pasa es que quiero invitar a los abulitos a comer y no quieren venir. - ¿Por qué? - ¿Porque guisaré yo? - Es una buena razón. Hasta luego. - ¡Espere, mujer! Compartiremos mi obra de arte culinario.

- ¿Sabes guisar ese plato que dices? - ¡Ya lo creo! Memoricé la receta cuando la hizo Arguiñano. - O sea, que no la has hecho... Estoy pensando en cambiar de parecer... - Que me la sé de memoria, Cotilla. Vaya a sus trapicheos y a mediodía comeremos Pollo al Ajillo.

Puse a Pascualita sobre la encimera de la cocina mientras preparaba la receta y le fue explicando el procedimiento: - Presta atención y podrás hacerlo en tu hábitat cuando la abuela decida soltarte en el mar: Vamos a ver... hay que poner vino ¡Aquí está! Quité el tapón a la botella y me serví una generosa copa de vino blanco. - No es el que dijo Arguiñano porque me salía por un ojo de la cara pero éste Don Simón tampoco está mal.

Pascualita no me quitaba ojo y cuando le di a probar un poco, hizo la señal de O.K. - ¿Está bueno, eh?. Venga, otro poquito más que en la cocina se necesita alegría. - Al final lo acabamos todo. La culpa es del tetrabic porque, al ser de cartón, no se ve lo que queda dentro.

Entonces decidí innovar la receta, como hacen los grandes cocineros - ¡A este paso me darán una Estrella Michelin! ¿Has probado el coñac alguna vez, Pascualita? - Puse medio litro de agua a la que le añadí medio litro de coñac. - Ahora... ¡hip!... los ajillos ¡Vaya, por Dios! Solo tengo ajos... Volveré a imnovar, como los buenos chefs.

Piqué una cebolla y la añadí al caldo. ¡Una guindilla en la nevera! A la olla con ella. Y ahora a remover. Cuando se me cansó el brazo me di cuenta de que algo no iba bien... ¡hip! ... ¿Qué será, Pascualita? ¡Hija, es que no me ayudas en nada! Tendría que haber usado la olla a presión.

Pero, aunque hice el trasvase, la cosa no mejoraba. - Juraría que a Arguiñano le quedó más consistente... ¿le puso patatas? ¡Claro!... Pero no mejoró ni despues del manojo de puerros, el trozo de calabaza, las nueces, dos cucharadas de harina para espesar... - Ya va tomando cuerpo.

La Cotilla anunció su llegada justo a mi espalda. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! - ¡Jopé, me matará de un infarto! - ¿Comemos ya? - Cuando llené el plato de la vecina se me quedó mirando. - Aquí falta algo. - Si piensa que criticando mi trabajo hundirá mi autoestima, lo tiene claro. Un chef debe saber aceptar la críticas. - ¿Cómo dijiste que se llamaba este plato? - Pollo al ajillo. - Solo veo trozos de cebolla flotando. - Es que solo tenía ajos. - ¿Y? - Necesitaba ajillos. - La Cotilla movió la cabeza en plan mártir de Roma. - ¿Y el pollo? ¿Sigue en la nevera? - No lo he comprado porque, por más que he preguntado en las carnicerías del Mercado, no había ninguno al que le gustasen los ajillos. - La Cotilla levantó los ojos al cielo, exclamando: - ¡Qué cruz tenemos contigo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario