martes, 30 de mayo de 2017

El dedo índice.

Pascualita está rompiendo todos los esquemas que han regido mi vida hasta éste momento, a pesar de ser solo una sirena más fea que Picio... o quizás por eso. Desde que tengo recuerdo he usado el dedo índice de la mano derecha para hurgarme la nariz. Es algo connatural del ser humano. Y ahora no puedo hacerlo por culpa del bicho ese que vive en el acuario del comedor.

Esta mañana, al ir a hacer el gesto habitual y mecánico, el dedo no entraba en el agujero de la nariz. Ha sido entonces cuando la realidad se ha hecho palpable: tengo el dedo como una sobrasada de grueso debido al mordisco que me dio ayer. ¡¡¡¿Y ahora qué hago yo?!!! he gritado, desesperada, a los cuatro puntos cardinales de mi casa.

Nadie me ha sabido dar una respuesta convincente, ni de ninguna otra clase. Pascualita, la culpable de todo, se ha limitado a hacer la señal de OK antes de zambullirse y esconderse en el barco hundido. Y Pepe, siempre tan formal, ha seguido su norma de callar. Ya se sabe que en boca cerrada no entran moscas pero también, que quién calla, otorga...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿eras tu quién berreaba hace un momento? ¡Vaya dedo que te ha puesto tu abuelito primero! ¿así que ha estado por aquí? (entonces, temerosa, le tembló la voz al decir) ¿Se ha... ido ya? - Eso espero. - Si no estás segura ... me voy yo... - Pues tanta gloria lleve como descanso deje (estaba irritada) - Y tú ¿haber cómo te hurgarás ahora las narices? jajajajajajaja

Encima se reía de mi la mala pécora de la Cotilla. Mi venganza fue un acto reflejo: grité con todas mis fuerzas - ¡¡¡ABUELITOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! - Y a la Cotilla le faltó tiempo para salir escapada, escaleras abajo, saltando los escalones de dos en dos.


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