miércoles, 24 de mayo de 2017

¡Y yo que sé!

A las tres de la madrugada me ha llamado la abuela, muy preocupada. - "Nena ¿cómo supo el cura pejiguero que el comulgante no era católico?" - ¡Y yo que sé! - y colgué el teléfono pero en seguida volvió a sonar- "¡No vuelvas a dejarme con la palabra en la boca ni con una incógnita sin resolver, boba de Coria!" - Hay horas más normales... para hablar de éstas..zzzzzzzzzzzzzz... cosas... - "¡Tengo que saberlo ya o no podré dormir en toda la noche! Ni siquiera me he divertido en El Funeral, por tu culpa ¡No se puede explicar una cosa y dejarla a medias!"

Desconecté mi cerebro y me dormí como un ceporro. Es una táctica defensiva que no me ha quedado más remedio que aprender con una abuela como ésta... pero no vale contra las vecinas cotillas que entran en casa cuando les da la gana y te zarandean hasta que abres unos ojos como platos y un reconcome asesino en las tripas, difícil de parar.

- ¡Necesito saber como supo el cura que aquel hombre no era católico! - ¡Déjeme en paz usted también! - No puedo. ¡Dímelo o me lincharán y encima tendré que devolver el dinero! - ¿Qué dinero? - El que he cobrado a quienes han querido escuchar la historia.

Me había espabilado. Me senté en la cama con cara de incredulidad. Entonces la Cotilla me dijo: - ¡Tengo que llegar a fin de mes como sea! - A través del teléfono la abuela se desgañitaba - "¡No me cuelgues o te quedas sin herencia!"

- No sé cómo lo supo. Quién me lo contó estaba sentada unos bancos más atrás y no escuchó nada. - ¡¿Cómo se puede ser tan inepta?! ¿Qué les digo a mis oyentes? - Invéntese algo, Cotilla ¡¡¡QUIERO DORMIIIIIIIIIR!!!

Cuando me dejaron en paz recuperé el tiempo perdido y me he despertado a las 12 del mediodía. Como el mal ya estaba hecho, antes de llamar a mi jefe para ponerle una excusa, he intentado desayunar con Pascualita pero estaba de muy mal café la jodía. Supongo que por la larga espera.

Le puse la taza de cola cao para que hiciese sus saltos mortales pero solo dió dos: del frutero a la taza y de allí a mi cara. Ahora no hace falta inventarme excusa para mi jefe ¡estoy horrible, monstruosa, dolorida, enfadada y borracha! La sirena ha salido volando por la ventana y se ha hecho fuerte en el nido de unos gorriones que viven en el árbol. Más que verlos, los oigo... ¡La madre que parió a la media sardina!

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