martes, 13 de junio de 2017

Andresito, el flemático.

La abuela está encantada con sus huéspedes. - "Son la flor y nata de Europa. Tienen una educación exquisita. Se nota que han ido a los mejores colegios del extranjero" - dijo la abuela mientras desayunábamos en la atestada cocina de mi casa.

No cabíamos todos a la vez y menos con el mayordomo yendo de acá para allá, poniendo y quitando cosas de la mesa a la que estábamos como sardinas en lata... Esto me trajo a la memoria el día en que Pascualita llegó a nuestras vidas hace ya cinco años.

La tarde de un día en que se me antojó merendar de pan con aceite, tomate y sardinas en lata. Recuerdo que se me hacía la boca agua mientras, una a una, las iba colocando sobre el pan moreno. Al ir a coger la última, con ayuda del tenedor y mi dedo, el bicho ¡se movió!. - ¡Ostras! (me dije) ¡un aborto!

Entre gritos y aspavientos llamé a la abuela para que viera la porquería que había encontrado. El estómago, que unos minutos antes segregaba jugos gástricos ante la prespectiva de un apetitoso bocadillo, se llenó de bilis. - ¡Menos mal que no lo he mordido! (seguía gritando entre arcada y arcada) mientras la abuela examinaba, concienzudamente, la guarrada.

Se irguió ante mi y muy solemnemente, dijo: - "¡Es una sirena!" - Quedé atónita. "¿Eso" era una mítica sirena? ¿Esa birria, pequeñaja y más fea que pegarle a un padre? Entonces los griegos llevan milenios tomándonos el pelo a todo quisque...

La abuela siguió diciendo: - "¡Me la quedo! Me irá bien para mi asma" - ¿Qué tendrá que ver la gimnasia con la magnesia? (pregunté, airada) ¡Es mía porque la he encontrado yo! - "¡Egoísta! ¡Que cruz tengo contigo! Llevar un caballito de mar disecado en una bolsita prendida con un imperdible a la camiseta interior, es la mejor panacea para curar el asma. Es algo sabido. Imagínate si en vez de un hipocampo es una sirena ¡Ya me veo curada!"

Un codazo me devolvió a la realidad - "¡No te pongas tan ancha que invades mi sitio!" - ¿Por qué no podemos ir a la mesa del comedor? (repliqué) - "Porque es más moderno desayunar en la cocina ¿no ves películas americanas?"

Sonó el móvil del abuelito. Andresito casi se pone firmes al ver quién llamaba. - ¡El señor Obispo! - ¿No vendrá a desayunar? (protesté) - Le pasó el móvil a la abuela. - Quiere hablar contigo. - La voz de la abuela era toda una declaración de intenciones peloteras - "¿Síiiiiiii, Eminenciaaaaaaa?" - Y ya no habló más. Solo escuchó. Cuando se cortó, bruscamente, el soliloquio la cara de la abuela era un poema. - ¿Qué pasa? - "El obispo se queja del desmadre erótico-pornográfico-festivo que ocurre en las terrazas de la Torre del Paseo Marítimo" - ¿En vuestra casa? ¿No habrá dicho Magaluf, por casualidad? - "No. Hablaba muy claro. Dice que sus ojos jamás han visto nada igual ¡Es muy fuerte y tiene que acabarse, ya!" - ¿Desde dónde lo ve? - "Mirando con un telescopio desde las ventanas del Palacio Episcopal" - ¡Jopé! - "Dice que para calores ya les basta con los meteorológicos... Andresito ¿qué hacemos?" -  Nada. A todo se acostumbra uno.

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