sábado, 10 de junio de 2017

La florecilla.

Todas las macetas del balcón tienen flores ¡parece un jadín. Estoy taaaaaan orgullosa de mis plantas que me paso el día oliéndolas.

Cuando hay gente en la acera cojo la regadera y los ducho. Levanta la vista airados pero su mirada se suaviza viendo tanta hermosura. Se lo comenté a la abuela y, envidiosa como siempre que no es el centro del Universo, me dijo. - "Esto te traerá consecuencias" - ¡Bah, por unas pocas gotas de agua...! - "Me refiro a lo de meter las narices en las flores. -¿Por eso? Menuda tontería. - "Me refiero a los insectos, boba de Coria. ¿A ti te gustaría que alguien viniera a meter las narices en tu plato de comida? A ellos tampoco"

Pasé de sus comentarios y seguí oliendo mis flores. Incluso acerqué a Pascualita a una de ellas. Se la comió de una dentellada. - ¡Lo siento, florecita! (le dije, en desagravio, al pequeño tallito amputado que quedó)

Esa noche, la flor apareció en mis sueños y me desperté gritando - ¡No sabía que a Pascualita le gustaban las flores! ¡¡¡PERDOOOOOOON!!! -  Al día siguiente corrí a comprar otra planta igual y tiré la amputación a la basura. Me traía malos recuerdos.

Durante la siesta apareció, de nuevo, la flor. - ¡Tirándome a la basura te has cargado mi opción a tener descendencia, mala pécora! - Solo eras un palito... (dije en mi descargo) - ¡Tenía unas buenas raíces! (dijo, orgullosa) - Tampoco te eches faroles, florecita jejejejejeje.

Me despertó un zumbido girando en derredor mío. Abri los ojos. Junto a mi naríz había una abeja ¡que me picó! - ¡¿Pero no estábais extinguidas?! (grité, dolorida) Y mientras trataba de sobreponerme al aguijonazo ¡PAM! ¡otra picada! a la que siguieron unas cuantas más.

Corrí despavorida la comedor y cerré la puerta. Pascualita, la causante de todo, estaba sentada en el borde del acuario con aire placentero. La cogí por la cola y mientras el dolor y las hinchazones me atormentaban, abrí un resquicio de la puerta y lancé a la sirena a la salita - ¡Esta es la que se comió la flor de las narices!

Cuando la llegada de la noche me dió un ataque de arrepentimiento. Abrí la puerta. Había cometido un crimen contra la Naturaleza entregando a los aguijones de las abejas a la única sirena que quedaba en el mundo y tan importante como el Unicornio o el Ave Fenix. Me sentía fatal.

Algo me golpeó y se clavó en mi pecho ¡Pascualita!. Había saltado desde el sofá, con la boca abierta y la dentadura de tiburón presta para morder. Y bien que lo hacía. La cogí por los pelo-algas y tiré con fuerza - ¡¡¡AAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYY!!! - Mientras ella saboreaba el trocito de mi carne que llevaba entre los dientes, yo bebía chinchón a morro para olvidarme del dolor. Y el pecho iba creciendo, creciendo, creciendo... hasta que me descompensó y caminé de lado.

Esperando el sueño reparador, puse la tele. Hablaban de montones de abejas bajo un balcón. Los bomberos habían echo un buen trabajo. No saben de donde ha salido tanto bicho pero no descartan que haya sido del árbol que está justo debajo. Afortunadamente, NO HAN ATACADO A NADIE. -  ¡La madre que los parió! Otra noticia sin contrastar ¿Cómo voy a salir en las noticias?

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