sábado, 8 de julio de 2017

San Fermín.

Ha sido toda una peripecia encontrar una foto de mi primer abuelito. Por más que la abuela le ha dado la vuelta a mi casa, empezando por su antigua habitación, no ha aparecido ninguna. De pronto, la Cotilla se dio un manotazo en la frente y dijo: - ¡Las quemaste todas en la chimenea! ¿No te acuerdas? -

La abuela se llevó la mano a la boca - "¡Ostras, es verdad! ¿Qué hacemos ahora?" - Ponemos cualquier foto antigua de un señor y ya está. - "No dará resultado" - Hace ya tantos años de su desaparición que nadie se acordará de él. - "Pero él sí. Ya sabes lo pejiguero que era. Si no ponemos su foto no nos dejará en paz" - Pues como no la pintemos... - ¿No salió su caso en el periódico? (dije yo por decir algo) - "¡¡¡Sí. En la Ultima Hora!!! Y sé dónde está el periódico"

Del altillo de su armario sacó un paquete. El envoltorio era un antiguo periódico y el contenido, una caja de zapatos llena de botones. La foto era malísima pero no había otra de modo que hicimos una fotocopia con la mejor resolución posible, la enmarcamos y por la tarde la llevamos a El Funeral.

La abuela iba hecha un primor vestida como para ir a los San Fermines: gorrilla de visera blanca, camiseta con manchas imitando las de vino tinto; pañuelico rojo al cuello, faja roja a la cintura, minifalda blanca y taconazo de charol rojo. Andresito la seguía más enfadado que un mono. - ¿Tienes que ir así?. - "Le gustaban los encierros de Pamplona. Cuando salían en el Nodo no se los perdía" - ¿Era de allí? (preguntó malhumorado) - "Pues... no tengo ni idea"

Al entrar en El Funeral nos recibieron a ritmo de pasodoble y toda la concurrencia vestida de pamplonica, salvo Andresito, la Cotilla y yo porque Pascualita, disimulada entre las arrugas del pañuelico de la abuela, también llevaba uno pequeñito atado a su cuello.

Empezó el acto donde se puso por las nubes al muerto y a la viuda. La Cotilla y yo nos miramos, atónitas. Todo el que quiso dijo unas palabras alusivas a mi primer abuelito que me pusieron un nudo en la garganta ¡Y eso que nadie lo había conocido! En cuanto uno paraba de hablar, se brindaba con chinchón y las risas cada vez eran más estruendosas. Después se procedió a colgar la foto en la Pared de los Finados. Y siguieron los brindis.

El notario jubilado, carraspeó para llamar nuestra atención: - Hemos recibido una felicitación de la casa kleenex dándonos las gracias por usar sus pañuelos en abundancia y en prueba de éste agradecimiento, nos mandarán ¡un camión lleno de paquetes de pañuelos!

La algarabía fue apoteósica. Después se bebió, cantó, bailó, comió hasta altas horas de la noche.

Al llegar a casa entré en el comedor para meter a Pascualita en el acuario y ¡la chimenea no estaba! ¡Maldita sea, es que nunca llueve a gusto de todos! Mi primer abuelito ha quedado contento y yo me he quedado sin chimenea.

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