jueves, 24 de agosto de 2017

A buen entendedor...

La abuela me ha llamado para decirme que estoy desheredada por no acogerla en casa. - ¡No es justo! te fuiste por decisión propia. - "¡Me manipulaste!" - Yo no sé hacer éstas cosas. - "¡No se hable más. Te quedas sin la torre del Paseo Marítimo."

- Menudo disgusto tengo. Para una cosa que me hacía ilusión, me la quitan ante de catarla... Creo que ya puedo morirme. No tengo alicientes en ésta vida... ¡¡¡QUIERO LA TORREEEEEEEEEEEEEE!!! - Pascualita asomó la jeta por el borde del acuario y me lanzó un chorrito de agua envenenada a la cara. Afortunadamente, en ese momento tenía las manos delante de la cara y no ocurrió ninguna desgracia. Este detalle canalla de la sirena, demuestra de que bando está la jodía. - Pues sabes lo que te digo (le grité) ¡que te de de comer tu tía la del pueblo!

Me pasé la mañana llorando. No podía, ni quería hacer otra cosa. Y podría haber seguido así hasta el año que viene pero llamó mi bisabuelastra y la esperanza renació en mi. - Hola, guapa... ¿ya sabes lo que pasa? - Algo me ha contado la abuela - ¿Crees que hago mal en buscar un marido joven y apuesto? - ¡Claro que no! en cambio sí que lo hay en despojarme de la Torre del Paseo Marítimo, así porque sí. - ¿Que me estás contando, nena?

Le expliqué la conversación que habíamos tenido la abuela y yo y se mostró muy compensiva la bisabuelastra. - ¿Ya tienes candidato a marido tuyo? - Estoy barajando posibilidades. - Si te sobra alguno, pásamelo, por favor, que estoy en plena sequía amatoria. - ¡Hecho! Y ahora hazme tú un favor. Déja que me quede en tu casa.

No me hice de rogar y perdí mi independencia a cambio de recuperar la Torre.

Una hora después, Geoooorge aparcó el rolls royce en la parada del bus y se dedicó a sacar maleta tras maleta, bolsa tras bolsa y colocarlas en la entrada de la finca para subirlas luego a mi casa. Yo estaba boquiabierta. Suponía que la bisabuelastra venía para quedarse unos días, los menos posible esperaba, pero, visto lo visto, llegaba para quedarse. Las piernas me temblaron.

Una vez instalada en el antiguo cuarto de la abuela, se dedicó a telefonear a los candidatos a marido. A todos les daba mi dirección y una hora para verse. - ¿No son muchos? - Cuantos más, mejor, nena. Además, me gusta estar activa. Mi hijo no dejaba que vinieran a la Torre mis pretendientes. Aquí me siento libre... Solo me falta el mayordomo pero para eso estás tu aquí. Para ayudar a tu pobre bisabuelastra... ¿verdad? - Pues... si. - Prepara el té. Con una nube de leche, unas pastitas ¡y no se te ocurra ir a comprarlas a Mercadona! - Me alargó la propaganda de una confitería, carísima, que estaba por su barrio. - Luego te diré a la temperatura a la que tiene que estar el agua del te... ¡Venga! ¿qué esperas para irte? - El dinero de las pastitas... - Nunca llevo dinero pero... ¿tú no quieres quedarte con la Torre del Paseo Marítimo? - Salí echando chispas porque, a buen entendedor pocas palabras bastan.



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