domingo, 13 de agosto de 2017

Canto de sirena.

Que rencorosa es la media sardina que tengo en casa. Será pequeña pero tiene una memoria de elefante. Sigue tirándome chorritos de agua en cuanto me ve y como no puedo estar todo el día pendiente de ella, he colocado a Pepe, que no tiene otra cosa que hacer, sobre la mesa del comedor y que reciba él el agua envenenada. Total, morirse ya no se puede morir.

Al principio me ha dado un poco de reparo, al fin y al cabo el acuario lo vacié yo pero luego pensé que quizás esto le tendría entretenido porque, para estar como don Tancredo, tieso sobre la estantería de la cocina, mejor estarlo junto a su amiga.

En cuanto Pascualita vio a Pepe dejó de escupir. Estuvo un tiempo quieta, observándolo hasta que se cansó y bajó hasta el fondo del acuario donde se tapó con la algas y se durmió. Lo sentí por la cabeza jivarizada porque fue como hacerle un feo al pobre.

Después de comer me senté en la salita que es donde mejor duermo la siesta. Me despertó un ruido extraño, como a serrucho en plena faena. ¿Sería la Cotilla? La llamé pero no contestó. No estaba. El ruído resultaba molesto y busqué de dónde podía venir. Recorrí la casa y acabé en el comedor... ¡venía del acuario! Sentada en el borde estaba la sirena con la boca de pez abierta y la vista fija en Pepe. - ¿Qué pasa? (pregunté) - el ruído se interrumpió y recibí un chorrito de agua envenenada en un ojo que, al instante, se puso como un colchón - ¡La madre que te parió! (grité desesperada de dolor) - El ruído comenzó de nuevo.

Después de unos cuantos lingotazos de chinchón para calmarme, pensé... ¿Por qué eran famosas las sirenas en la antigüedad? (me pregunté a mi misma ya que no tenía a nadie más a mano) ¡Por su canto!... ¿A quién le cantaban?... ¡A quién querían conquistar!

En aquellos momentos me admiré de mi sabiduría. ¡Pascualita le estaba cantando a Pepe, su amigo!

Me dio la risa ¿Con ese sonido infernal conquistaban a los marinos para que se fuesen con ellas? ¿Tan faltos de alegrías sexuales estaban los pobres? jajajajajaja... Una idea rondó por mi cabeza ¡¡¡Eso es!!!

Dejé que Pascualita siguiera cantando aquella monótona, crispante, ancestral canción salida de las más profundas simas del mar mientras yo, por lo bajini, la iba haciendo mía hasta grabarla en mi cerebro. - Abuela, tu biznieto ahora está más cerca de ser una realidad.

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