sábado, 12 de agosto de 2017

Divorcios misteriosos.

He puesto la casa patas arriba en busca de los calcetines perdidos. El misterio número uno de todas las casas. ¿Qué pasa con los calcetines que no aparecen? ¿A dónde van? ¿Por qué no quieren estar con su pareja?.

Está comprobado que los calcetines fueron los primeros en implantar el divorcio y para ello no necesitaron leyes, ni enfrentamientos, ni discursos en pro o en contra. Ni siquiera dieron pie a ello, uno desapareció (lo que los humanos llamamos irse a por tabaco) y nunca más se supo de él. Los demás calcetines aceptaron el hecho que acabó siendo norma.

Por lo visto los ingleses, que debido a que están todo el día tomando té tienen tiempo para reflexionar mientras se llevan la linda tacita de porcelana fina a la boca y mantienen enhiesto el dedo meñique, llegaron a la conclusión de que en las casas hay duendes. Duendes simpáticos, divertidos, amigos de las bromas y aficionados a coleccionar calcetines.

Según ésta teoría los calcetines no se divorcian sino que son raptados por los duendes. También se llevan otra cosas o las cambian de lugar. Esto desconcierta a las personas que templan los nervios tomando otra taza de té.

El caso es que tengo un montón de calcetines solos. Y me apena verlos vegetar dentro de un cajón, seguramente sintiendo una envidia cochina contra sus parejas que fueron capaces de abandonarlos para irse a correr aventuras sin cuento.

Tal vez los ingleses tengan razón y en los rincones más inverosímiles de las casas, en las pequeñas ranuras de los muebles, escondidos entre el polvo de los libros... estén nuestros duendes. ¿Quién hace crujir la madera cuando estamos solas viendo una película de miedo si no ellos? Por eso no me atrevo a echar cucal cuando veo una cucaracha, la piso hasta que escucho el ¡chaf! que indica: una menos. Puedo cargarme una cucaracha pero no a duende. Si son capaces de llevarse miles de calcetines, qué no harán si los ataco.

De repente he sentido un subidón: ¡hay un lugar en el que no he mirado! El acuario de Pascualita.

Aprovechando que ha llegado la abuela le he pedido que la entretenga mientras hago un registro a fondo de su "casa" ¡Los he encontrado! No todos, pero sí bastantes. Incluso los hay de la abuela, de antes de casarse con Andresito.

He vaciado el acuario en la bañera. Ha caído la arena, la plantas, el barco hundido y camuflados entre todo esto, más los detritus que conlleva que allí viva alguien, han aparecido calcetines desteñidos, podridos por el agua de mar, algunos encogidos, otros agujereados por dientecitos de tiburón. ¡Que alegría más grande he sentido! - ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaaaaaa, los encontré!!!

Ahora Pascualita está en su acuario, limpito y aseado pero no parece sentirse a gusto. Es como cuando tienes los papeles desordenados y lo encuentras todo, cosa que no ocurre cuando alguien que no eres tú los ordena. Y está enfadada. ¿Qué ha ocurrido aquí? debe pensar. Y por eso no me quito las gafas de sol. Me escupe constantemente agua envenenada... Por otra parte ¿para qué quiero yo tanto calcetín viejo? Los he tirado a la basura.


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