martes, 19 de septiembre de 2017

Billetes de 500 euros.

Le puse a la abuela las peras a cuartos en cuanto a su trato con Pascualita, cosa que no les gustó a ninguna. La abuela me gritó y llamó de todo mientras la sirena me escupía agua envenenada. - "¡No eres quién para decirme cómo tengo que tratarla. Y para que sepas quién manda aquí, ahora mismo me llevo a mi casa!" - ¡No te atreverás! - "Es más mía que tuya. A mi me cura el asma tenerla cerca" - Eso son patrañas, abuela. - "¡Te digo que me la llevo y me la llev...!"

Le arranqué a Pascualita de la mano en cuanto oímos - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - y la tiré contra el acuario. Con las prisas no calculé y quedó expuesta en la mesa del comedor, junto a la botella de chinchón y no me dio tiempo a cogerla de nuevo porque la Cotilla entró. - ¡Vengo con los pelos de punta! ¡Mirad, mirad! ¡Ay, si yo mandara en éste país, la que iba a liar! - ¿No querrá hacerle un altar a los politicos otra vez? - ¡Para altares estoy yo! ¿Cómo se puede atascar un vater con billetes de 500 euros? - Fácil. Se tiran muchos billetes dentro y ya está. Pero eso no pasará nunca. En mi casa por lo menos. ¿Y en la tuya, abuela? - "¡Ni loca!"

- ¡Pues ha pasado en Suiza! Yo tendría que haber estado en ese restaurante. Hubiese desatascado, a mano si fuese necesario, ese vater... ¡Con la boca, incluso! Pero si había una millonada en pesetas. Hay que estar muy borracho para hacer algo así... ¡Tengo la boca seca del disgusto!

Corrió hacia el chinchón, se llenó una copa y al dejar de nuevo, la botella en la mesa, lanzó un alarido que nos heló la sangre. La Cotilla corría despavorida. - ¡Que ascooooooo. Que ascooooooooo! ¡Llamad a los bomberos! Allí hay un bicho asqueroso.

Metí a Pascualita en mi escote a la velocidad del rayo y volví a encauzar la conversación. - ¿Quién hizo una cosa así? - Tres locas españolas. - ¡¿En serio?! - La sirena se removía peligrosamente y a mi no me llegaba la camisa al cuerpo por el miedo que le tengo a sus mordiscos. Mientras, las dos amigas hacían cábalas sobre lo que pudo llevar a las españolas a embozar el vater de un resturante suizo.

 - Debieron sacar el dinero de España y una vez en el extranjero fueron a picar en corral ajeno. Les habrían hablado de un personaje que era un fenómeno en cuanto a malabarismos sexuales y no les importaba pagar el oro y el moro por estar un rato con él... Resultaría ser un fiasco ¡Pues claro! si la mejor ganadería la tenemos aquí - ¡Cotilla, no se desmadre! - En vista del "éxito" prefirieron tirar el dinero al vater, aún a riesgo de atascarlo como así sucedió, a dárselo al fantasma de turno. - Yo me lo hubiese quedado... (la voz de la Cotilla era compungida)  - Ya, pero usted no es rica... ¿Qué opinas, abuela? - "Que las hay gilipollas"

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