martes, 24 de octubre de 2017

Ha subido la luz ¡otra vez!

De madrugada, al terminar los trapicheos que siempre lleva entre manos, la Cotilla ha vuelto a casa y no ha tenido otra idea mejor que despertarme. - ¡Levántate que me tienes que ayudar! - ¡Aaaayyyy, no veo. No veooooooo! (grité asustada ante una repentina ceguera) - ¡Enciende la luz, coñe! Yo tengo las manos ocupadas.

Deslumbrada por la bombilla, tarde un poco hasta que pude fijarme en lo que abrazaba la Cotilla: ¡un montón de velas de todos los tamaños y calibres! - ¿Ahora se dedica a vender cirios? - Es el momento oportuno. ¡Nos han subido la luz muchísimo! y yo me saco unos euros que me ayudan a llegar a fin de mes. - Alguien habrá pagado el pato (comenté entre dientes) - ¿Qué insinúas...?

Pasé de ella porque no eran horas de discutir ni de nada. Solo de dormir. - Vamos a la salita a montar un altar de los Amigos de lo Ajeno... - ¡¡¡¿Quéeeeeeeeee?!!! - Están juzgando a Luis Bárcenas... o Luís el Cabrón como le llaman sus íntimos. Le he visto en la televisión cuando llegaba a la Audiencia y me ha impactado. Cada día está más guapo. Hoy, mismamente, parecía un Madelman andando con una cartera en la mano y unas espaldas cuadradas, tan perfectas que no parecían de éste mundo.

- En esta casa no se montan más altares a los gánsters de guante blanco. - ¡Hay que hacerlo! Mi gurú está en peligro. La Fiscal tira con bala y quiere enchiquerarlo. - ¡Que lo haga! - No puede mandar a la cárcel al cerebro de una operación financiera que dio tanto rendimiento... La Fiscal le tiene ojeriza ¡seguro!

- Haremos una cosa. Montaremos un altar a la Fiscal y al juez para que dicten condenas ejemplares contra los que fueron a la boda de la hija de Aznar. - ¿Por haber ido a la boda? ¡No es justo! Les llevaron regalos a los novios.

Después de una noche que transcurrió entre discusiones, nos sentamos a desayunar. Al poner la radio daban la noticia del asalto a una cerería: - El robo fue hecho por una persona cuya descripción, dada por el vigilante de la empresa, está entre Doña Rogelia y la Vieja del visillo. La Cotilla se atragantó. - ¡Yo tengo mucho más glamour que esas dos!

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