domingo, 22 de octubre de 2017

Pascualita, icono de la evolución de las especies.

El agua que ha limpiado las calles se ha llevado también  retazos de canciones que quedaron pegadas en el azúcar de los buñuelos, pisados en el asfalto, por los rondadores en la Noche de la Vírgenes. ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes? se preguntó Enrique Jardiel Poncela en uno de sus libros. La abuela, como no, dijo que lo hizo pensando en ella.

Como el rencor por el pescozón aún me duraba, dije, arriesgando mi vida: - "Tú nunca has sido vírgen, abuela" - Contra todo pronóstico lanzó una carcajada al aire - ¿De qué te ríes? - "Eso mismo me dijo mi primer marido. Debe ser cosa de la genética el que seas tan tonta como él"

Poco después la escuché cantar Clavelitos, a voz en grito, junto al acuario. Pascualita, encantada, la escuchaba subida en el borde. Entre gorgorito y gorgorito, le daba pequeños trocitos de buñuelos que la sirena paladeaba con deléite.

- ¿Crees que la sirena es virgen y mártir, abuela? No lo creo yo ni harta de vino. - "Ni lo sé, ni me importa. Es mujer y se merece el mismo homenaje que nosotras" - ¡Es una sardina a medio hacer! - "¡Es la muestra viviente de la evolución del ser humano! Un pez en plena transformación a mujer" - Abuela, no bebas más chinchón que te afecta. (esta conversación la mantuvimos a distancia por si las moscas)

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! No hay nada como una trifulca ciudadana para que la gente acuda a las iglesias y llene los cepillos para ver quién es el más bueno ¡Mira mis bolsillos! a tope de euros. Hoy se me ha dado bien la "limpieza" - ¡Cotilla, la van a enchiquerar un día! - Si solo es un día, me sale a cuenta mi trabajo. - No me ha entendido... - Sí, aguafiestas, sí.

Desde el comedor nos llegaba el canto de la abuela. - ¿A quién le canta Clavelitos? - A nadie (dije) es que se le ha pegado la melodía. - ¡Voy a cantar con ella! - ¡Nooooooooo! - ¿Por qué? (quiso saber la Cotilla) - Por nada... - La Cotilla abrió los ojos como platos y dando a entender que ya sabía de que iba el percal, dijo: - ¡Pascual! (Y entró en el comedor como el caballo de Atila)

Inmediatamente la oí jurar en arameo, gritar, llorar, saltar, etc. etc. cuando la saliva venenosa de Pascualita le dio en los ojos.

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