viernes, 6 de octubre de 2017

¿También se irá la Sagrada Familia?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - ¡Oh, no. La Cotilla! - Siendo ya malo que venga a casa a darme la tabarra, peor lo es que eran las tres de la madrugada. Me tapé la cabeza con la sábana y fingi no haberla oído. Pero cuando esta mujer tiene algo entre ceja y ceja, no hay quién la pare. - ¡Levántate,

boba de Coria, que traigo croasancitos del contenedor del súper para desayunar! Y saca el chinchón porque ya no tendré que irme a Cataluña. Mira, ni siquiera llevo la barretina.

Asomé las narices y, efectivamente, no llevaba la barretina, ahora iba disfrazada de payesa mallorquina. - Se me hacía muy cuesta arriba el tema del pasaje del barco porque con mi pensión no me llega ni para pipas ¡Ya no tendré que emigrar a aquella república independiente! Me quedo aquí. - ¿Y eso? - Las grandes empresas se van del Principat y algunas vendrán a Mallorca ¡y podré trapichear en casa! ¿Crées que se traerán también el templo de La Sagrada Familia? ¿Te imaginas el dineral que tendrán sus cepillos? Podría retirarme de la profesión en dos años, nena.

- Tiene usted más cara que espalda, Cotilla. Acabará en la cárcel. - ¿Por qué? - Por robar. - ¿Yoooooooooooo? No hago más que coger lo que me hace falta para llegar a fin de mes. - ¿Cómo su gurú Bárcenas, no? - ¡Exactamente! Es un santo barón y todo lo ha hecho por su familia, para que no les falte de ná. ¡Un hombre así tendría que haber encontrado yo! - Se lo hubiese quitado mi abuela. - Sí... la muy jodía.

De repente se escuchó un golpe secó, como de algo que acabase de caer al suelo. - ¿Hay alguien escondido aquí? - No... - (una sonrisa cínica se pintó en su cara) - ¿Tienes un ligue? ¡Que contenta se pondrá tu abuela! - No es un ligue. - ¿Aún no es un amigo con derecho a roce? Pues acelera porque a tu abuela se le está acabando el combustible vital jejejejejeje - Huy, si la oye, Cotilla. - Pero no está aquí y puedo decir las verdades del barquero... ¡¡¡Aaaaaayyyyyyyyyyyyyyy!!!

Pascualita había clavado sus dientes en el dedo gordo del pie derecho de la Cotilla. ¡que poco le gusta a éste bicho que la despierten bruscamente, como ha hecho la vecina con sus gritos! Furiosa, se ha tirado al suelo y reptado hasta mi cuarto donde ha llevado a cabo su venganza.

El dedo se está hinchando de forma espectacular mientras los gritos de la Cotilla no dejan dormir al vecindario. Voy a por la botella de chinchón, a ver si se calla...

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