domingo, 26 de noviembre de 2017

Negocio a la vista.

A la abuela le ha dado por fumar. - No entiendo que, después de más de cuarenta años sin fumar, recaigas en el vicio. Y más ahora que el tabaco ha vuelto a subir - "Ese es uno de los motivos" - No te entiendo (dije, perpleja) - "Porque denota un estatus. Y como soy rica quiero que todo el mundo lo sepa" - Perdona pero eres más tonta que Abundio, abuela.

No me dio tiempo a apartarme y me cayó tal pescozón que reboté dos veces contra la pared. - "¡A una abuela no se le habla así!" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Venía subiendo las escaleras cuando me ha parecido que chillaba un cerdo y he pensado que, como deferencia al turismo que nos invade, el Ayuntamiento deja que se hagan matanzas en los pisos que muchos alquilan a precio de oro a los guiris... Pero aquí no ha pasado nada de esto ¿verdad? - "¡Es la boba de mi nieta la que ha gritado! pero... no es mal idea esa de las matanzas. Sería mostrar, in situ, las costumbres ancestrales de ésta tierra y de paso, cobrar un plus a los inquilinos. Se lo comentaré a Andresito porque tiene un montón de pisos repartidos por Palma..."

- Desde que eres rica estás echa una capitalista recalcitrante. - "También bajo de las nubes doradas en las que vivo y me acerco por este barrio proletario. Mis amigas millonetis se hacen cruces de lo valiente que soy." - Nena, me da la impresión que tu abuela está perdida para la causa. - "Anda, sacad el chinchón y vayamos a lo positivo, como el negocio este de la matanza del cerdo" - ¡Quiero una comisión por darte la idea! - "¿Tú te escuchas, Cotilla? ¡Quieres corromperme! Luego dais la culpa a los políticos, pero es que nos incitáis!" - Sí, nena, saca el chinchón o aquí se cometerá un amigacidio.

Un rato después, avisado por la abuela, Andresito vino a comer. En la mesa se le expuso la idea de la Cotilla y rápidamente empezaron las cuentas del Gran Capitán. - ¡Es una idea excelente! Multiplicaremos las ganancias. Además, también les venderemos las sobrasadas, botifarrones, etc. etc. - ¿También se las vais a cobrar? - ¡Naturalmente! - ¡¡¡Quiéro más dinero!!! (gritó la Cotilla) - "¡No seas avariciosa!" (se enfadó la abuela)

Me sentí mal. La codicia me había vuelto invisible para ellos. Aquello era un mal ejemplo para mi y para Pascualita, a la que cogí y lancé sobre la abuela, la Cotilla y Andresito. La sirena venía rabiosa. La desperté bruscamente y lanzaba dentellada a troche y moche. Impulsándose con su cola de sardina, saltó de uno a otras. Mordió, arrancó, medio peló a los tres. Los gritos, las carreras, los llantos convirtieron un comedor tranquilo en un gallinero ensordecedor. Y luego estaban las enormes hinchazones que no paraban de crecer. Entonces, elevando la voz sobre tamaño guirigay, grité cargada de razón: - ¡¡¡¿Y DE MI DINERO, QUÉ?!!!

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