viernes, 1 de diciembre de 2017

El arbol de Navidad cibernético

La abuela entró en casa como si fuese el Rey Pepet. Revestida con una capa de visón color violeta, que le tapaba muchos por arriba, hasta lo alto de las orejas, y muy poco por abajo porque, a pesar de que las temperaturas han caído en picado, ella no renuncia a enseñar sus hermosas piernas que tanto éxito han tenido durante casi un siglo (lo de SIGLO no puedo decirlo fuerte o me expongo a un pescozón)

Las llevaba embutidas en unos gruesos leotardos plateados que brillaban como diamantes y cegaban a quien tuviese la mala pata de cruzarse con ella. El gremio de Oftalmólogos y de los Opticos, le están muy agradecidos porque, gracias a ella, ha aumentado el número de pacientes que acuden a esos sitios asustados por la repentina ceguera que, aunque dura poco, a los profesionales les sale a cuenta.

- ¿Dónde has comprado los leotardos? - "¿Te gustan? Pues aún no lo has visto todo" (apretó las piernas y los destellos pasaron a ser lucecitas de colores, de arriba abajo. - "¡Es Navidad! ¿Qué te parece?" - Quedé boquiabierta. Esto tenía que verlo Pascualita.

La cogí del acuario mientras dormía una de sus muchas siestas y no le sentó nada bien que la despertara, tal vez por eso, cuando vio tanta luminaria, se lanzó a por las piernas de la abuela que, rápida como el rayo, se apartó y el pobre bicho salió por la ventana cayendo en la copa del árbol de la calle.

- ¡Abuela, sal al balcón e ilumina el sitio, a ver si vemos a Pascualita! - El revuelo de pájaros quejándose furiosos, me indicó el camino que seguía la sirena mientras iba cayendo hacia la acera. Corrí a toda pastilla y llegué en el momento justo en que la Cotilla doblaba la esquina y Pascualita caía en el bolsillo, abierto, de mi bata.

- ¿Qué llevas en el bolsillo? (preguntó sin poder contenerse) - Un pañuelo lleno de mocos. - Y algo más (alargó la mano que retiró cuando le di un manotazo. - ¡¿Oyeeeee?! - Pues no se meta en mis intimidades. Los mocos son míos y no quiero que los manusée. - ¡Que guarra eres! - ¿Yooooooo? ¿Acaso le meto mano a los suyos? - He visto que caía algo. - Una lentilla de la abuela. - ¿Desde cuando lleva lentillas? No me ha dicho nada. (¿noté un punto de envidia en el tono de voz? - Son para presumir, a cuadritos.

La Cotilla miró al balcón y quedó como yo antes, boquiabierta. - ¿Qué clase de Arbol de Navidad has puesto? - Lo compré en la tienda de los chinos del señor Li. La última moda. - ¿No vas a ponerle bolitas y espumillón? - No sé si se dejará jijijijijijijijiji (me estaba entrando la peligrosa risa floja) - ¿Te refieres al Arbol? - Sí. Jijijijijijijiji - ¡Estás tonta, boba de Coria! ¿Cómo no te va a dejar? ¡ - Es el resultado del Progreso cibernético, Cotilla jijijijijijiji - ¡Anda y que te zurzan! - Y siguió calle abajo a reanudar sus chanchullos.

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