lunes, 15 de enero de 2018

La Cotilla y sus negocios.

Llevo unos días sin poder comer a causa de la hinchazón que me produjo el mordisco de Pascualita en los labios. Tengo un hambre canina pero, justo es reconocerlo, me he puesto en el peso ideal y estoy más buena que el pan... que me comería ahora mismo con aceite y tomate.

La abuela, muerta de envidia, ya no sabe qué hacer para que la sirena la muerda en la boca pero no hay manera. Le ha mordido en las orejas y ahora es igualita a Dumbo pero en viejo (esto lo digo en voz baja, no sea cosa que se entere y me cruja a pescozones)

No quiere salir a la calle. Y eso que la Cotilla ha tratado por todos los medios de convencerla de lo contrario. Incluso le ha ofrecido ser socias al cincuenta por ciento, a pesar de que el negocio que le propuso se le ocurrió a ella. - Nos ponemos en un mercado, por ejemplo en el de Pere Garau cuando haya más gente. Entonces yo toco la armónica para llamar la atención y se acerquen a verte. Llevarás colgado un cartelón que diga algo así: - Se admiten donativos para pagar la operación de reducción de orejas. - Y si te preguntan que desde cuándo estás así dices que desde los veinte años, por ejemplo. - Fue el día de mi cumpleaños. Me tiraron tanto de las orejas que, al día siguiente, al despertarme, las tenía así. Desde entonces solo puedo ponerme pendientes descomunales que me cuestan un potosí y claro, no me queda dinero para la operación.

- "Esto es absurdo. Lo lógico es que gaste el dinero en la operación, Cotilla" - ¿Quién habla de lógica? Estamos hablando de dinero. Si pides para comer no te van a dar nada pero si es para ir de fiesta y lo dices con gracia, te forras. - "¿Tu crees...?" - Lo sé por experiencia.

- Finalmente la abuela claudicó. - "Saldré cuando sea noche cerrada" - No habrá nadie por las calles (dijo la Cotilla, cargada de razón) - "Pues con un gorro grande..." - Se trata de que te vean. Déjate de tonterías, total son dos orejas, como tiene todo el mundo, solo que un poco... exageradas.

Esa tarde salieron a la aventura... y volvieron más contentas que unas Pascuas. ¡Se habían forrado! - ¡Qué éxito, boba de Coria! Lástima que no se me ocurriera ésta idea cuando se te hincharon los morros. Hubiésemos sacado un capitalito. - Siempre me quedo a dos velas, pero no sin brindar con chinchón por el éxito obtenido por las dos amigas.


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