sábado, 6 de enero de 2018

¡¡¡Llegan los Reyes Magos!!!

Los Reyes de Oriente llegaron a Palma, como siempre, en barco. Desembarcaron rodeados del cariño interesado de cientos niños dispuestos a tirarse de cabeza bajo las ruedas de los camiones reconvertidos en carrozas, para coger ¡un caramelo! azuzados por sus padres, abuelas y tías. - ¡Alliiiiiii! ¿Estás tonto? ¡Corre que te lo quitan!

- Le dije a un "angelito" que luchaba a brazo partido contra otros como él. - ¡Viene el rey Melchor! - Me miró como si le hablara en aramero y siguió a lo suyo.

Pasaron Melchor, Gaspar y Baltasar sin pena ni gloria ¡por que NO tiraban caramelos! - ¡Pero os traerán regalos dentro de unas horas! - Otra mirada perdida hacia una loca que les hablaba de tonterías. Yo tenía el corazón encogido...  porque no había sido capáz de coger ¡ni un solo caramelo!

Un poco más abajo se formó un revuelo cuando desde el coche de bomberos salió una lluvia de colorines. De repente, oyeron gritos y llantos. Me temí lo peor y unos segundos después, mis temores se confirmaron: La Cotilla, salida de entre la masa de personas mayores, que son las que suelen llevar carteras y monederos, saltó como un tigre de Bengala sobre los infelices infantes y se llevó todos los caramelos del suelo e, incluso, cazó muchos al vuelo.

Yo estaba horrorizada. ¡No quería que me viera! pero a la Cotilla no se le escapa nada. Se acercó corriendo y abriendo su falda, gritó: - ¡Abre el bolso, boba de Coria! - Y metió dentro cerca de dos kilos de caramelos. - ¡No pierdas ni uno que tengo que venderlos!

Mientras esto ocurría, los mayores del otro lado empezaban a darse cuenta de que alguien había arramblado con sus carteras. ¡Hay ladrones! ¡Mi carteraaaa! - Pero la banda municipal, con Bedulio a la cabeza como director de orquesta, se arrancó con un pasodoble que tapó las voces.

A todo esto se sumó un incidente: La niña, vestida de hada de la carroza de las mariposas, que iba en todo lo alto, haciendo movimientos de ballet con mucha finura, se fue al suelo de cabeza cuando una especie de abeja Maya, llena de plumas y lentejuelas, le quitó el sitio.

¿Qué hacía allí la abuela, Iba bastante sobrepasada de copas de chinchón? - "¡Nenaaaaaaaa! ¡Mira quién está conmigo! (me gritó con lengua estropajosa) ¡¡¡Lo más bonito de los siete mareeeeeees!!!" - ¡Oh, nooooooo! (quitó a Pascualita del broche y la enseñaba a todo el mundo) - "¡Añadamos fantasía a la noche! ¡¡¡He aquí a la única sirena del mundo!!!" - Yo estaba horrorizada, pero la gente empezó a reir. - ¡¡¡Es una sardina jajajajajajaja!!! - ¡¡¡Que fea es la jodía!!! - ¡Dámela y la pondré con pimentos para cenar jajajajaja!...

La cabalgata siguió su camino. La gente se marchaba a sus casas a esperar a los Reyes Magos. Pero yo no tenía prisa y me acerqué al Born para ver el final del recorrido. La Cotilla vendía ¡caramelos de los Magos contra el envejecimiento! ¡¡¡Mirad que bien se conservan después de dos mil años!!! ¡Cinco caramelos Reales, por tres euros!

Mientras, en el balcón del Casal Solleric, los Magos se asomaron para saludar a la multitud que esperaba en la calle. Y ¡oh, sorpresa! en un instante pasaron, de ser tres a cuatro. ¡La abuela seguía mostrando a Pascualita que, harta ya de tanto meneo, lanzaba dentelladas a distro y siniestro!. El Rey Gaspar recibió el mordisco al ser el más cercano al bicho. El pobre inició el baile de saltos, carreras, lloros, gritos y demás parafernalia. Afortunadamente, desde la calle solo vieron lo que parecía un arranque de alegría y los presentes lo agradecieron aplaudiendo a rabiar mientras, Pascualita desaparecía, una vez arrancada de la mano real, en el bolso de la abuela que siguió saludando, tan pancha.

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