jueves, 11 de enero de 2018

Pascualita o Fjkmpw.

A través del cristal del acuario he visto salir a la Nieta camino del mercado. Lo sé porque me lo ha dicho: me voy al mercado y te traeré una cosita. Ella se extraña cuando nota que entiendo lo que me da la gana.  Pero la más sorprendida soy yo al pensar que pueda entenderme un especímen tan tonto como ella.

Ahora estoy sola... Bueno, técnicamente sola, sola, no, porque Pepe, la cabeza jivarizada, sigue en su estantería de la cocina. Esta familia está muy equivocado con él. Todo el mundo llama Cotilla a la vecina del 4º, que es más pesada que una vaca en brazos, pero es a Pepe a quién deberían llamar así. Se entera de todo y como tiene esa fama de mudo por tener la boca cosida y el cuello cortado, nadie le pregunta nada. Ni siquiera la abuela que parece la más lista de la familia.

Pero a mi sí que me lo cuenta. Y se parte de risa cada vez que lo nombran: Pepe, porque no sabe si se refieren a él o al partido ese al que está afiliado Andresito. Y no contesta, en parte por lo que he dicho antes y en parte porque nunca se llamó así. Su nombre es mucho más simple: Gú.

También para mi se inventaron un nombre: Pascualita. Pues bueno, pues vale... Es una pena que no pueda comunicarme con la abuela como lo hago con Gú. Le diría que me llamo Fjkmpw. Un nombre con más empaque, dónde va a parar.

Y lo que nos reímos Gú y yo cuando hacen cábalas sobre quién fue en vida. ¡No aciertan una! dijeron que si misionero, explorador inglés, incluso si fue mujer. Ese día me meé de risa. Después me supo mal porque acababan de cambiar el agua del acuario.

Pepe, o Gú, era el bonachón de la tribu. Hacía favores, entretenía a los niños, guardaba los cerdos, hacía reír a las mujeres con sus historias y tonterías. En fin, un alma cándida que caía bien a todo el mundo. La desgracia llegó en forma de abundantes lluvias que convirtieron la aldea y sus alrededores, en un lodazal. Y mientras la tribu se quejaba amargamente, Gú hizo todo lo contrario. Vio en ello una diversión y poco después, todos se unieron a él sentándose en el suelo, en la parte alta del terreno y resbalando por el "tobogán" de barro muertos de risa.

Quiso la mala suerte que en una de las bajadas vertiginosas, la esposa más joven del Jefe y él, se trabaran y cayeran rodando y dando volteretas para acabar a sus pies. El jefe era un celoso compulsivo que creyó ver libertinaje donde solo había diversión y no dudó un segundo en ordenar ¡que le corten la cabeza!

Así se hizo al instante. Después, cumplida la orden, todos siguieron con la diversión del Tobogán. Más tarde vino todo el ceremonial de la reducción de la cabeza , etc. etc.... ¡Vaya, ya está aquí la boba de Coria! A ver qué me trae... ¡Un calamar!... Vaya, me he puesto sentimental... Que ricos estaban aquellos calamares gigantes que comía en mi hábitat junto a mis compañeras...



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