martes, 9 de enero de 2018

Pascualita sí sabe, la jodía.

El rolls royce ha provocado el colapso de tráfico y el concierto de pitos de siempre, por aparcar atravesado, en la parada del bus. De su interior ha bajado un esquimal... o eso me ha parecido al asomarme al balcón, pero era la abuela, tapada con montones de pieles, a cual más cara.

Al entrar en casa se las fue quitando como si fuesen capas de una cebolla. Cuando acabó me pareció canija: - ¿Ya has empezado el régimen? - "No necesito hacer nada de eso. Tengo tan buena encarnadura que, coma lo que coma, no me engorda (me miró de arriba abajo) no como tú que pareces un globo aerostático con barquilla incluída"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡¡¡QUE FRIIIIIIIIOOOOOOO!!! - "PUES TE METES EN LAS BRAGAS DE TU TÍIIIIIIO!!! - Y las dos amigas rompieron a reir como unas locas. - ¿Todavía te acuerdas de esto? jajajajajajaja - "¡Naturalmente! No hace tantos años que nos lo decía mi padre" - Algo así como un siglo, o casi. - "Exagerada. El último siglo hace solo 18 años que lo dejamos atrás..." - También dejamos el anterior atrás... ¿no te acuerdas? - "¡Calla de una vez!" (luego me dijo) ¿No tienes nada qué hacer, boba de Coria?

Pues no, pero no me quedé allí. No quería estar presente cuando a la Cotilla le cayera un pescozón de campeonato por si me llevaba otro yo. De modo que me acerqué al acuario. Durante unos días he visto que la botellita de chinchón que le trajeron los Reyes Magos a Pascualita, ha permanecido entera en el mismo sitio donde cayó.

La sirena no debe asociarla con el licor... Metí la mano en el agua dispuesta a darle una clase práctica de cómo se abre una botella. Tuve que meter el brazo entero y cuando la mano se cerraba en torno al pequeño envase, Pascualita apareció de la nada, mostrando su temida dentadura de tiburón.

La Cotilla y la abuela iniciaron una discusión acalorada sobre alguien que salía en la tele. - ¡Rato está buenísimo, digas lo que digas! - "Digo que es un aprovechado, un sabelotodo, otro de la ralea de los que se lo llevaron calentito. ¡Un chulito!  ¡Un bicho!" - ¡Imposible!. Es compañero de Luis Bárcenas ¡mi gurú!... - "¡Ya te diré yo dónde puedes meterte a tu gurú!"...

 A todo esto yo tenía el corazón paralizado, esperando la mordedura envenenada de un momento a otro. Pascualita fijó en mi sus ojos estrásbicos. No parpadeaba. Me recordó a Pepe, silencioso y sin un solo parpadeo al tener los ojos cosidos... El bueno de Pepe nunca me haría daño... por lo menos desde que es una cabeza jivarizada. Y Pascualita tampoco, al fin y al cabo, vive conmig¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYY!!!
 
Me equivoqué. La sirena clavó los dientes en mi mano con toda su mala leche. La mano se me puso como un colchón mientras yo "bailaba" la danza del dolor salvaje. La abuela tiró de la sirena y la guardó en el bolsillo. Yo sangraba como un toro de lidia. Moqueaba como un pavo. Saltaba como un canguro. Gritaba como si me estuvieran desollando y corría como un guepardo dando vueltas a la mesa del comedor hasta que, mareada, caí al suelo.

Cuando volví en sí y pude fijar la vista, vi a Pascualita, subida al borde del acuario, bebiendo a morro el chinchón de su botellita.




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