miércoles, 10 de enero de 2018

Ponerse a plan.

La abuela me ha llamado por teléfono. - "Nena, te espero ésta tarde, a las seis, en la puerta del gimnasio El Musculito" - ¿Para qué? - "Como te has quedado sin cintura y con mucho culo durante éstas fiestas, te he apuntado para que hagas ejercicio y rebajes volúmen. Yo también voy a ir." - ¡Gracias abuela! - "¿Y eso?" - Por pagarme las clases. - "He dicho, literalmente, te he apuntado" - Ah... pensé que... - "No pienses tanto y afloja la mosca cuando entremos" - No sé si podré... - "¡Ya lo creo que sí!" - ¿Cuánto es?

Cuando me dijo el precio mensual, tuve que sentarme y beber tres copitas de chinchón seguidas. - ¿Crees que me ha tocado la lotería? Es un precio para ricos ¡No voy a ir! - "Es caro pero eficáz. En un mes ya no serás la misma" - No insistas... - "Vamos a ver, boba de Coria. Pagando estas cuotas tu presupuesto queda reducido al mínimo. Y no podrás darte ningún capricho. Tu comida será la de un asceta. Comerás verduritas tristes, calditos de verduras más tristes aún... Y entre esto y los ejercicios matadores que imponen los monitores, quedaremos hechas unos figurines cuando acabe el primer mes"

Me defendí como gato panza arriba. - ¡No quiero ir a esa sala de torturas! Estoy contenta con mis kilos de más porque más vale tener que desear, abuela... - "¡Ahora vengo y te vas a enterar!"

Cuando entró en casa no la reconocí. Iba enfundada en una malla de colores que se pegaba al cuerpo como una lapa. Abrí los ojos como platos. - ¿Tengo que ponerme algo así? - "¡Claro, la idea es que ligues y dentro poco tengas un biznieto porque se te va a pasar el arroz y me quedaré a dos velas"

Sabía que la abuela tenía razón. Además, si no me miraba mucho al espejo, apenas se notaban los veinte kilos de más que tengo. Mientras la abuela dormitaba frente a la tele de la salita, marché a la tienda del señor Li, que cada vez está más empalagoso y compré una malla de licra, de colores llamativos. - ¿Pala quién sel? preguntó el cotillo oriental - Para mi. - Sus ojillos achinados se abrieron de par en par, por difícil que parezca. - ¿Tu cabel ahí? - ¡Pues claro! contesté, ofendida. - ¡Yo vel!

¿Desde cuándo es tan descarado el señor Li? - ¿A qué llamo a un guardia? -  ¡JA! - Salí a la calle gritando: - ¡¡¡BEDULIOOOOOO. BEDULIOOOOOOO!!! - Antes de que aparecieran los municipales corrí hasta mi casa. Y era tanta la curiosidad por ver cómo me sentaba la malla de licra que, en cuanto llegué, me la puse.

La primera impresión fue de desilusión ¡Dios, que mal me sentaba! Después, a medida que iba haciendo monerías frente al espejo, lo veía con mejores ojos. Fui a por Pascualita para que me diera su opinión. La puse en el sofá de la salita y ante sus atónitos ojos, me contorneé como una profesional de bailes eróticos. Estaba tan ensimismada que el timbre de la calle me asustó. Salté y caí de culo encima de la pobre sirena que se defendió clavándome los dientes en el trasero.

Me costó muchísimo llegar hasta la puerta de la calle y abrirla. El culo, que no dejaba de crecer a causa del veneno,  pesaba mucho. La primera reacción de Bedulio al verme fue... desmayarse. Cuando volvió en sí y me vio... se desmayó de nuevo... Y así hasta cinco veces.



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