domingo, 14 de enero de 2018

Soy la envidia de la abuela y la Cotilla.

Andresito me ha llamado tempranito porque estaba contento el hombre. Quizás no le he respondido como esperaba: - ¿Tan importante es lo que tienes que decirme para llamarme a éstas horas siendo ¡¡¡DOMINGOOOOOOO!!!?

El teléfono quedó en silencio. Y yo me alegré. Pero cuando estaba dando media vuelta en la cama para seguir durmiendo, se escuchó un carraspeo. - Ejem... ejem... nena... cuanto más vieja te haces, más te pareces a tu abuela... ¿Eh? ¡No... no te estoy insultando, cariño... ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOO!!!  ¡¡¡AAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYY!!!

Recibió un justo castigo. No se puede hablar de ciertas cosas teniendo a la abuela cerca. Colgué el teléfono y dormí unas horas más. A mediodía me desperté con la sensación de que había okupas en casa... Cogí una zapatilla como arma defensiva y siguiendo el murmullo de las voces, acabé en la cocina. La abuela y Geooorge tenían una sesuda conversación sobre cómo hacer cordero al horno. Ambas recetas me parecieron apetitosas y cuando iba a meter baza para erigirme en juez, vi a Pascualita mezclada con la fruta del frutero. Afortunadamente, el inglés no había reparado en ella pero, por si acaso, me puse delante e intenté cogerla poniendo los brazos a la espalda. Fue una maniobra difícil porque, mientras tanto entretuve a la abuela.

- ¿Qué quería contarme Andresito? -"Que nuestras vecinas, (algunas de ellas estuvieron viendo el pregón de las fiestas) le han felicitado por lo bien que me porté sobre el escenario "dejándo en ridículo al Ayuntamiento izquierdoso" dicen ellas. ¡Y eso es mentira! ¡Tú lo vistes!"

 - Sí, abuela... ¿Andresito vendrá a comer de ese cordero tan rico del que hablábais? - La cara de Geooorge era un poema. - "No creo que le den el alta hoy" - Monsieur estar jodidou in clínica... - ¿En domingo? (pregunté tontamente) - Yes. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Andresito ingresado? ¿Qué te ha hecho? - "Andar a vueltas con las cosas de la edad y la familia" - Así empezó tu primer marido y mira como acabó. - ¡Cotilla, no miente la soga en casa del ahorcado! -

- Así que no vendrá a comer... Pues habrá más para nosotras. - "Nosotros" - ¿Vendrá más gente? - "Geooorge" - Es inglés y se conformará con un poco de te y unas pastas... - "Cuidado, Cotilla, que es un experto en venenos y quién guisará será él... Lo digo por si quieres llegar a mañana... jejejejejejeje" - La vecina se santiguó repetidas veces y tiró un puñadito de sal a su espalda... por si acaso.

Salí de la cocina con dolor de hombros de tener los brazos torcidos hacia atrás. Afortunadamente, la sirena no me mordió, tal vez fuera ese el motivo que me llevó a darle un besito. Cometí el mismo error que Andresito con mi abuela. En cuanto arrimé mis seductores labios al bicho marino, de color ahogado de tres días, clavó en ellos su dentadura de tiburón ¡y no soltó! Tuve que armarme de valor para dar el tirón y dejar que se comiera el cachito de carne que quedó en su puñetera boca.

¡¡¡Que dolor, que dolor, que doloooooor, que doloooooooooooooooooooooooo!!!... Cuando se amortiguó un poco y dejé de sangrar como un toro de lídia, entré en la cocina y al ver mis labios exhuberantes, hinchadísimos, las dos viejas me miraron con ojos envidiosos que decían: ¡Mataría por tener los míos así!!!

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