viernes, 12 de enero de 2018

Víspera de fiestas... ¡otra vez!

- "¡Nena, prepara a Pascualita que me la llevo a la plaza de Cort a escuchar el pregón de las fiestas de San Sebastián!" - ¿Habrá torrada? - "¡Claaaaaaarooooo!" - ¡Vendré yo en lugar de la sirena! - "¿Tú te llamas Pascualita?" - No, pero... - "¡Pero nada!" - ¿Y si se cae en el fuego, o se pierde por la plaza, o te la roba alguien, o... ? - "Vale ya. No me  has convencido" - ¡Pues yo tengo que venir o estaré pasando pena toda la noche! - "Ven pero tráete tu sobrasada, tu lomo, tus botifarrones, tu pan, tu vino... " - ¿Tu no traes nada? - "Si ya lo llevas tú, para qué voy a ir cargada" - Se me quedó cara de tonta.

En la Plaza Mayor los gigantes bailaban una jota ante los aplausos de la gente. A la abuela se le iban los pies escuchando la música y se metió en medio del círculo que formaban gigantes y cabezudos. Saltó más que nadie y fue muy aplaúdida. De todas maneras no estuvo bien que hiciera eso pero el municipal que estaba por allí no se atrevió a decirle nada y se hizo el loco hasta que le toqué en un hombro y se giró hacia mi. - ¡Bedulio, no has cumplido con tu obligación! - ¡No quiero fantasmas en torno a mi y menos por la noche! Así que si tu abuela quiere bailar con el Alcalde, allá él. Yo no voy a impedirlo.

Bedulio, con cara de circunstancias, se escabulló entre la gente y le perdí de vista. Un rato después, fuímos por la calle Colóm hasta Cort. Frente al Ayuntamiento había un escenario y a su lado, la Cotilla, trabajando a destajo porque, había poca luz y mucha gente apretujada.

Escuchamos el pregón con nostalgia por la Palma de nuestra juventud. En cuanto la oradora calló, la abuela, envidiosa de su éxito, dijo: - "El año que viene lo daré yo, boba de Coria" - Cerca de mi alguien comentó: - Esa señora..., la más mayor, dice que... ¡¡¡AAAAAAAAYYYYYYYYYYYYY!!!

Pobrecillo. Menudo pescozón. Aún debe seguir dándose con la frente contra la farola. Luego marchamos en busca de un fogueró para asar la carne. La Cotilla gritaba - ¡¡¡Visca San Sebestiàaaaa!!!

Para pasmo mío, el termo de los chinos estaba abierto. - ¡¡¡ABUELA!!! (dije, señalándolo) - A empellones aparté a la gente que hablaban tranquilamente mientras las carnes se iban asando. Miré dentro del fuego y no vi nada parecido a una sirena a la brasa. La preocupación subía por momentos hasta que la vi, en plan broche, adornando la solapa del Alcalde. - ¿Cómo la cojo de ahí, abuela? - "Tranquila. Voy a invitarle a chinchón, lo demás es cosa tuya"

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