sábado, 3 de febrero de 2018

Ha llegado (otra vez) el frío.

Cuando ésta mañana he ido a coger a Pascualita para desayunar juntas, se había transformado en un cubito de hielo, flotando a media altura dentro de su acuario. El pobre bicho estaba azul cianótico. Me he llevado un susto de muerte ¡Que cosa más horrorosa! ¿Dónde están aquellas hermosas sirenas que nos cuentan las leyendas? Me parece que fue un cuento chino que ha ido pasando de generación en generación en desagravio a la primera persona que se lo creyó, allá por la Prehistoria.

¿A qué venía lo del hielo? No recuerdo haberle dado a beber chinchón on de rocks antes de irme a la cama anoche... De repente, una ráfaga de aire helado entró por la ventana ¡Anoche debí dejarla abierta y la sirena se ha congelado!

Metí el cubito-sirena en agua caliente. Y mientras esperaba que volviera a la vida, observé detenidamente a la sirena. Los pelo-algas, que imitaban el color de las hojas de plataneros que llenan las aceras en cuanto el Otoño asoma, no le reportaban ningún beneficio estético. Los ojos redondos de pez, sin párpados, miraban sin ver; la nariz, apenas dos diminutos agujeritos, no sobresalía de la cara. La potencia respiratoria está en las agallas aunque, al estar tanto tiempo fuera del agua, está mutando a la velocidad del rayo comparado con los millones de años que necesita otro animal para hacerlo.

Sin lugar a dudas es un monstruo de la Naturaleza... y me darían un pastón por ella en cualquier laboratorio de postín...

Recordé mi cartera, siempre a dos velas; los caprichos que no puedo darme; lo flaco que está el cerdito-hucha que compré en el mercado de Pere Garau para guardar mis ahorros... ¿qué ahorros? ... Miré de nuevo a Pascualita - ¡Ha mutado en estatua de oro! ¡Milagro, milagroooo! (grité, asombrada)

Entonce me mareé y a punto estuve de caer de bruces al suelo. De repente una inmensa alegría agitó mi corazón. Cogí el teléfono y llamé a la abuela - ¡¡¡Ya está el bisnieto en camino!!! - "¿Has hecho lo que tenías que hacer para ésto?" - Pues... - "¿Y con quién?" - Que yo recuerde...  - "Nada de nada ¿verdad?" - Es que me he mareado y... - "Has desayunado" - No. Estoy descongelando a Pascualita... - "No eres más tonta porque no te entrenas ¡¡¡¿Qué le ha pasado a Pascualita?!!!" - Nada, nada... Ya ha vuelto en sí y no es de oro... ¡¡¡AAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYY!!!

Un tiro certero de agua envenenada me dio entre los dos ojos esparciéndose en ambos. ¡¡¡QUE DOLOOOOOOORRRRRRRRR!!! ¡¡¡JODIO BICHO MARITIMO. TE COMERÉ ESCABECHADA!!!

La voz de la Cotilla sonó en el pasillo - ¡Avemariapurísimaaaaaaa! ¿A qué vienen estos gritos? Vas a asustar al señor Li - Oh, no. Yo no asustal. Yo venil a pleguntal pol gambas goldas. - ¡La madre que parió al chino (pensé) - ¡Síganme! - Dije, sin ver nada en absoluto Y entre golpes contra los cantos de los muebles y alguno que otro, contra las paredes, llegamos a la cocina donde les serví café... en cualquier sitio, menos en las tazas.¡Y salieron escaldados!

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