jueves, 22 de febrero de 2018

Lo que faltaba para el duro.

Hoy mi casa parecía la Puerta del Sol en hora punta. Estaba yo en el mejor de los sueños cuando ha sonado el móvil. A tientas, lo he metido en el cajón de la mesita de noche y lo he cerrado. Más tarde ha tocado el timbre del teléfono fijo que está en el comedor. Me he levantado, lo he descolgado y he vuelto a la cama.

Más tarde he sido zarandeada por unas manos huesudas - ¡¿Ha llamado tu abuela, boba de Coria?! - Las legañas me impedían abrir los ojos, así que abrí el cajón a ciegas y señalé dentro. - Te ha llamado varias veces. ¡Te va a caer la del pulpo!

Mientras yo recaía en brazos de Morfeo, escuché hablar a la Cotilla. - ¿A qué hora quedamos y dónde?... ¡duerme! No sabe hacer otra cosa ésta nieta tuya... No se merece la Torre del Paseo Marítimo... en cambio yo... ¡Qué sí, te he oído! Hasta luego.

Mientras arrastraba los pies camino de la cocina para desayunar, la abuela entró como un torbellino . "¡Se nos va lo más granado de la juventud, nena. Y tú aquí, tan pancha!" - ¿Otro amigo que añadir a la pared de los Finados de El Funeral? - "Forges" - ¡Anda, como el humorista gráfico! - "¡Que cruz tengo contigo! ¡¡¡ES ESE FORGES!!! - ¿Has dicho "juventud"?... Ah. claro. Solo tenía 76 años y tú... ejem... Vale, te he entendido, abuela.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa Mira la hora que es y aún no he desayunado. Por cierto: ha muerto Forges, he visto la noticia en un periódico que "me he encontrdo por ahí". - Cotillaaa... - La de cosas que olvida la gente a éstas horas... - ¡YA!

- "Dejad de discutir y vamos a la manifestación" - Que lo paséis bien. - "¿No vienes?" - ¡Pots pensar! - ¿No? Protestaremos por las pensiones. - Pues bueno, pues vale, pues me alegro. - ¿No piensas llegar a vieja? allá tú pero, si llegas, te verás como nosotras: fanés y descangallás.

La Cotilla no se dio cuenta, pero acababa de pronunciar una de las palabras más vetada en presencia de la abuela. Por eso, ella y yo estábamos con la boca abierta, contemplándo a la vecina. Traté de disimular mi estupor. - ¿Tú por qué vas, abuela? - "Por conciencia social"

La Cotilla, ajena al torbellino que había desatado, seguía hablando. - Allí nos encontraremos todos. Blas el parado, dijo que vendría... etc., etc., etc. - Cuando menos lo esperaba recibió tal pescozón que su cabeza rebotó diez veces contra la pared. - ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyy!!! - "¡VIEJA LO SERÁS TU, ZARRAPASTROSA!!!

Pascualita, como un horroroso mascarón de proa, no se perdía detalle de la agresión desde el broche de la abuela.

Nos costó que la Cotilla se repusiera del golpe: tres cuartos de botella de chinchón a palo seco. Luego, las dos amigas, la abuela con el termo de los chinos al cuello con Pascualita, se fueron juntas como si no hubiera pasado nada. Antes de cerrar la puerta la vecina exclamó: ¡Oh, nooooo! ¿Dónde se habrá metido?  - "¿Quién?" - La serpiente pitón que "he encontrado" al pasar junto a una tienda de animales... Estaba en mi bolsa ¡y no la encuentro!

Llevo todo el día subida la mesa de la cocina ¡por si aparece la jodía culebra!

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