martes, 20 de febrero de 2018

Pascualita ataca.

La abuela sigue espatarrada después de su primera clase de ball de bot - "Esta gente fue a por mi ¡Quisieron matarme!" - Que dramática eres. Te dije que aquellos taconazos no eran apropiados para bailar jotas. - "¡Toda mi vida he bailado con tacones y no he tenido agujetas!" - Porque eras má jo... estoooo... - La abuela me miró mal. - "Más jo ¿qué?" - ¿Más jo? ¿Quién ha dicho eso? - "Tú. Y no me suena bien" - Tal vez quería decir más jovial. Ultimamente estás muuuuuy estresada... - "¿Ah, sí?... Y tengo mal genio, por ejemplo, ya me estaba enfadando contigo pensando que ibas a hablar de mi edad" - ¡Que vaaaaa! Dios me libre.

El abuelito vino a buscar a la abuela. Y se plantó ante mi, amenazándome con el dedo índice: - A tí voy a ponerte las peras a cuartos por decir mentiras. - Reculé hasta tocar la pared del comedor. - ¡Abuela! - "Te mereces lo que te pase por no contrastar las noticias antes de difundirlas y levantar falsos testimonios" - ¡Dile al abuelito que no me apunte con el dedo o le morderé!

Aquellos gritos míos, mirándo a la abuela, fueron entendidos por Pascualita como un ataque personal a su amiga y me lanzó un chorrito de agua envenenada a los ojos, suerte que  me aparté a tiempo y lo esquivé, pero la abuela no.

Los gritos, los llantos, las carreras, los mocos, los quejíos... fueron tan exagerados que los vecinos aporrearon mi puerta pensando que me mataban. - ¡Estoy bien! (grité) - ¿Entonces eres tú la que mata? ¡¡¡Abre, asesinaaaaaaaaaaa!!!

Minutos después escuché, a pesar del jaleo, los frenazos de los coches de los municipales. La voz de Bedulio resonó en el rellano de la escalera. - ¡Abrid a la autoridad! - ¡No te gustará lo que veas! (le avisé porque sé que está de los nervios) - ¡A... abre te... digo! (empezaba a fallarle el valor) - Es  que ha venido el abuelito primero... (lo hacía por su bien...) - Va... le. Déja... lo...

Los ojos de la abuela estaban a un tris de salirse de las órbitas y botar por el suelo. - ¡Aaaayyyyy, no me mires que me da grima! - Andresito, conmocionado, no sabía qué había pasado. En el rellano se recrudecían los porrazos y los gritos. - ¡¡¡Tenéis que entrar, que para eso os pagamos!!! Llamad a la televisión (dijo otro) ¡Esperad que voy a arreglarme un poco! (suplicó la presumida de la escalera)

A todo esto, la abuela trasegaba copa tras copa de chinchón hasta quedar comatosa, o sea, bien borracha y bien dormida.

El abuelito abrió la puerta. Bedulio, pálido como la cera, entró en casa mirando a todos lados. Lo tranquilicé. - Ya se ha ido. - De aquí no se ha ido nadie (confirmó Andresito. Y ya puesto, me soltó) Según tú, Rafael Hernando dijo: Soy diputado por Almería ¡¿Sí o no?! - ¡Sí! - ¡Mentiste. Dijo AFILIADO por Almería - ¿Y? - Que no cobra. - Vale, pero es un maleducado... ¿Sí o no? - Si. (reconoció Andresito) - ¡Pues, que le den!

El ruído sordo de un saco de patatas de cincuenta kilos chocando contra el suelo nos sobresaltó. Bedulio no había podido soportar la visión de los ojones de la abuela y yacía desmayado a mis pies. Sentí un subidón: ¡Un hombre a mis pies. Que ilusión!




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