Estoy para el arrastre. Me he pasado la noche sobre la mesa de la cocina esperando que volviera la Cotilla a buscar a la dichosa boa. Lo ha hecho ésta mañana. Y después de reírse de mi, ha entrado en la despensa, ha cogido a la bicha que estaba enrosaca sobre el saco de patatas, según me ha dicho. Después ha echo unos cuantos amagos de tirarme la serpiente encima pero yo he sido más rápida y le he tirado un zapato a la cabeza. Se ha enfadado porque: - ¡No sabes aguantar una broma, boba de Coria! - y se ha marchando dando un portazo.
Ha sido una noche toledana la que he pasado. Tenía tanto frío y estaba tan incómoda que no sabía cómo ponerme hasta que me he fijado en Pepe. La cabeza jibarizada, que necesita muy poco sitio, estaba sola en su estantería. No me ha parecido justo y me he subido con ella pensando que nos daríamos calor mutuamente... Además, allí había una botella de chinchón que me calentaría por dentro.
En cuanto he subido y estirado en la estantería, ésta se ha venido abajo con gran estruendo. ¡Menuda costalada me he dado! menos mal que, al rebotar en la mesa, he amortiguado el golpe. Apenas he tocado el suelo me he levantado de un salto y subido de nuevo a la mesa. Ha podido más el miedo a la serpiente que el dolor del golpe. La peor parada ha sido la botella de chinchón que se ha roto y el líquido se ha extendido por toda la cocina.
Aterrada, he visto llegar a la boa reptando desde el comedor. ¡Pascualita! pensé . ¿Se la habrá comido? - ¡¡¡Aaaaayyyyyyyyyyyyyyy, que pena y que dolooooooor, más grandeeeeeeeee!!! ¡Me he quedado sin el único ejemplar de sirena que existía en el mundooooo. Aaaayyyyyyyyyyyyy!- Y así me he pasado un buen rato. Total, no tenía nada mejor que hacer y como dicen que quien llora no mea, razón de más porque, con ese bicho arrastrándose por el suelo, no pienso moverme de la mesa.
Escuché los golpes en la puerta porque paré de gritar unos segundos para coger aire. - ¡¡¡CALLA YA, JODIA, QUE LAS SAETAS SON PARA EL MES QUE VIENE!!! - Que poco aguante tienen mis vecinos.
Me callé. Unos movimientos convulsivos llamaron mi atención.La serpiente se enroscaba y desenroscaba, daba brincos, se estiraba tan larga era... Pensé que eran cosas de su raza hasta que, en uno de los giros, vi a Pascualita agarrada con los dientes, para no caerse, al cuello del bicho. ¡Le había mordido y estaba haciendo el baile ritual que hemos hecho todos los que hemos sido mordidos por la puñetera sirena. ¡Pero había más! La serpiente estaba borracha como una cuba después de beber chinchón durante un buen rato. Finalmente y antes de caer en un coma etílico, desapareció de mi vista.
A Pascualita le acerqué un paño de cocina y le costó muchísimo adivinar, debido a la borrachera, cual de todos los paños que veía, era el real. Finalmente lo sujetó y pude izarla a la mesa. Cosa que no pude hacer con Pepe que, empapado en licor, seguía sin abrir la boca.
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