lunes, 5 de febrero de 2018

¡Rencorosa!

El gato-Bedulio lleva un buen rato hablando con la rata-abuela. Estarán arreglando España, digo yo. No les quito el ojo de encima porque no me fio nada de ella. Aquí, en el árbol que hay bajo mi balcón, ¡me siento seguraaaaaaaaaaaaa!

No creo que lleve adelante su venganza contra mi estando delante una autoridad pero con ella nunca se sabe. Cree que su riqueza la ampara. Espero que no. Junto a ellos está la rata-Cotilla. Me vigila  mientras se adueña de las hojas más tiernas del árbol. Serán para vender entre los pensionista-que-no-llegan-a-fin-de-mes-como-ella.

La lluvia ha dejado pequeños laguitos en las hojas más grandes. A falta de espejo, me he mirado en ellas y me he visto rara. Tampoco sé si soy yo la que salía en la imagen porque nunca llevo plumas, como la abuela y sin embargo luzco un buen abrigo, calentido y plumífero. Me parezco más a un pequeño pajarito, un rupit.

En el recodo de una rama está la coneja Momo. Bate sus alas recién estrenadas, gracias a los kilos de alpiste que lleva comidos y a los red bull que bebe. Se empeñó en ello y ha hecho realidad la ilusión de su vida. Ahora solo tiene que aprender a volar y marcharse a recorrer mundo... Yo a ésto le veo un inconveniente: ha engordado como una ceporra. Así que he cruzado una apuesta con el gato-Bedulio antes de que apareciera la rata-abuela. He apostado a que la coneja NO volará, sino que caerá a plomo en cuanto salte de la rama. Naturalmente, el gato-Bedulio ha apostado en contra.

De repente, mientras yo divagaba, la rata-abuela ha saltado sobre mi para llevar a cabo su venganza. - ¡¡¡Piiiiioooooo, pioooooo, piooooooooo!!! ¡¡¡Soy un rupit a punto de ser comido!!! ¡¡¡Socorroooo!!! - "¡Te lo advertí! ¡Te dije que me las pagarías por pisar el terreno pantanoso de la edad!" - ¡¡¡Soy muy joven para acabar en tu barriga!!! ¡¡¡Me siento como el gusanito al que se comió el Gallo Kiriko cuando iba a la boda del tio Perico!!! ¡¡¡SOCORROOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

Me he despertado al caer de la cama intentando esquivar los dientes de la rata-abuela. Pero no he podido evitar el pescozón, digno de entrar en el Libro Guinnes de los Records, recibido a traición mientras dormía,  segura de que la abuela no entraría en mi casa de noche porque he puesto un mueble contra la puerta... Se me olvidó un "pequeño" detalle. Esa puerta se abre como las de las tiendas ¡AL REVES!

No hay comentarios:

Publicar un comentario