viernes, 9 de marzo de 2018

No hay mal que por bien no venga.

Aún me dura la emoción que sentí ayer y creía que nos pasaba a todas lo mismo pero no. La Cotilla ha regresado de madrugada con un humor de perros, dando portazos, gritando y despertando al vecindario. A mi no, porque duermo como un tronco, pero me lo ha contado mi vecina de rellano. - ¡Cada vez estoy más convencida de que la Cotilla tendría que ir a una Residencia! - No puede pagarla, mujer. - Que no se apure por eso. Hemos tenido una reunión, urgente, de vecinos y se ha acordado que la Residencia la pagaremos entre todos, tú y tu abuela incluidas, ¡con tal de no volver a veros en la vida!

Ante semejante falta de respeto hacia mí, me he enfrentado a ella. - ¡¡¡Mi abuela tiene su casa, Sinforosa (se llama así, qué le vamos a hacer) y ni tú, ni toda la panda de guripas que viven en ésta finca, sois nadie para decirme dónde tenemos que... ir... ¿Has dicho que nos pagáis la estancia? - ¡Mañana mismo!

A mediodía ha vuelto la Cotilla y su mal humor. - ¿Qué le pasa? - ¡Mira cómo llevo los brazos! ¡Pelados y en carne viva! Y todo por culpa de la remilgada de tu abuela. ¿a ver por qué no podía yo "trabajar" durante la manifestación? Me hubiese sacado el dinero suficiente para vivir tranquila durante unos meses y no tendría que ir a trapichear. Y encima, el tonto del Médico se tomó tan a pecho lo de enyesarme que me ha costado muchísimo arrancármelo. Los brazos se me han dormido y tampoco he podido "limpiar" los cepillos de las iglesias ¡No volveré a escuchar a la millonetis de tu abuela!

- No está todo perdido. Los vecinos, gracias a su cabreo, nos pagan para que nos vayamos a una Residencia. - ¡Anda y que les den! Siempre escuchando detrás de... las... puertas... ¿nos pagan? - Mientras vivamos. - ¡Caray! ¡Me apunto!

Ahora duerme la borrachera que ha cogido tras beberse una botella de chinchón a base de brindis a los vecinos.
 




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