martes, 13 de marzo de 2018

Salen a flote.

Con el guante de acero puesto por si me atacaba algún bicho extraño, metí la mano hasta el fondo del acuario en busca de las gambas gordas o lo que quedase de ellas. Pascualita salió del barco hundido con cara de sueño y se acercó nadando para ver que demonios hacía en sus dominios.

La abuela llegó en ese momento. - "¿Tienes que darle la tabarra todo el tiempo a la pobre Pascualita?" - Solo estoy colocando bien las plantas. Si no lo hago yo quién lo hará. - De pronto, me pareció que algo se movía bajo la arena el fondo y asustada, saqué rápidamente la mano del agua. - ¡Ahí abajo hay algo! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! Estáis poniendo el suelo perdido de agua ¿Qué demonios hacéis? - "A mi nieta le ha dado por sacar el agua del acuario y hasta que no termine no parará" - ¡Que cruz tienes con con ella! -  "No lo sabes tú bien"

- ¿No has comprado un pez? - Dije que pondría un pez en recuerdo de Gabriel...  ¿Eso... (lo señalaba con el dedo? es un pez? - ¡No ve que sí! - Pues fírmalo como Picasso y nos forramos... - La Cotilla dio un respingo - Me ha parecido... que se movía algo ahí abajo. - ¡La ballena de Pinocho! jajajajajaja

 La Cotilla se enfadó. No le gustan las bromas a cuenta de ella. - Ande, meta la mano. Si tienen que comerse algunas cosas, mejor que sean las suyas. ¡Venga, Cotilla, que no tenemos todo el día! - Y mientras la vecina me ponía de hoja de perejil, fui a abrir la puerta a quién estaba tocando el timbre: Bedulio.

- ¿Está tu abuela? - ¿Has pedido audiencia? - No lo necesito. Soy la autoridad. - Pasa al comedor y ayúdame a buscar al amigo del abuelito. - ¿Qué amigo? ¿Qué abuelito?

Le cogí de la mano y entramos en el comedor. Pascualita se había escondido en cuanto nos visitó la Cotilla. - ¡Anda Bedulio, mete la mano bajo la arena que está bajo el agua!
 - ¡Me voy! - Y ese fue el momento que eligió para salir a flote, el bicho más raro que jamás se había visto. El pobre Bedulio se quedó sin habla pero no sin piernas que lo llevaron en volandas hasta la puerta de la calle y de allí hasta el coche de los municipales. - ¡Nunca más! ¡NUNCA MAS! (gritaba)

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