martes, 15 de mayo de 2018

¡Angelico!

La batalla campal que se organizó en la Plaza de Cort, frente al Ayuntamiento, se vio reflejada en las teles y periódicos de Alemania e Inglaterra. En las fotos se veía a la abuela, icóno de la modernidad decían de ella, dando bolsazos y dejando KO a un montón de mocetones tipo armarios de tres puertas y altos como palmeras.

Nadie se explicaba que una señora tan mayor (eran las palabras que empleaban) tuviera un brazo tan potente. Ese es porque un día se enteró que la Reina de Inglaterra, que no se separa de su bolso, guarda en el un arma para defensa propia. La abuela se quedó con la copla y desde entonces lleva en el suyo una de las piedras, duras y puntiagudas, que forman parte de una escultura montada por el artista sobre una capa de agua en el Parque de las Estaciones y que desde su inauguración los niños y no tan niños, han ido modificando a gusto del consumidor. Ya no la reconoce ni la madre que la parió... y la cobró.

La abuela  ha sido declarada heroína de Mallorca. O como dice una propaganda alemana: de lo mejor de Alemania: ¡Mallorca! Y se quedan tan anchos.

Lo malo es que a un periodista le dio por investigar y llegó hasta la partida de Bautismo de la abuela. Al ver la fecha de nacimiento pensó que se había equivocado de persona. Más tarde supo que había dado en el clavo ¡ronda los cien años!

Este hombre se presentó en casa preguntando por ella. - No está. - Llámela. Tengo un negocio que tratar con ella.

Poco después el rolls roycer aparcó en la parada del bus. Casualmente, antes de subir se encontró con la Cotilla que volvía de uno de sus trapicheos y subieron juntas. El periodista alemán fue al grano. No publicaría la fecha de nacimiento si, a cambio, había un buen puñado de euros para él.

¡Angelico, no sabía dónde se metía! Como arañas hambrientas, las dos amigas rodearon y envolvieron a su víctima con palabras amables, invitaciones a chinchón, lloriqueos más falsos que la ropa que vende en su tienda el señor Li. Pero el tío era duro de pelar y no claudicaba. - ¡Quiero mis euros! (gritaba)

Entonces ellas empezaron a hablar del primer abuelito. De lo fácil que había sido deshacerse de él. - ¡Y de los otros doce! jajajajajaja (la Cotilla sembró dudas en el hombre) - "¡Imagínate éste, que hace trece! ¡Me lo pido!" - ¡No, no. Yo también quiero participar! (gritaba la Cotilla como si estuvieran en una fiesta) - El alemán empezó a preocupar ¿Sería verdad lo que contaban? - Me voy... Mañana quiero la respuesta...

Pero no se fue. - "si sales de aquí rodarás las escaleras porque el veneno ya te hace efecto" - Afortunadamente era un hipocondríaco y de repente, se sintió morir. - ¡SOCORROOOO, SOCORROOOOOO! - Era tal el miedo que sentía que, cuando le lancé a Pascualita y cayó entre sus ojos, no la vio venir. Aquello fue una escabechina porque, por más que yo tiraba de ella para arrancarla de allí, la sirena se agarraba con fuerza a lo primero que encontraba. Y encima, él no paraba de correr al rededor de la mesa del comedor.

¡Una botella entera de chinchón se bebió antes de dormirse! Su cara era una horrible máscara con facciones descomunales ¡y se había quedado sin pelo!

Mientras Pascualita saboreaba los trocitos de carne del pobre periodista, unos colegas de la Cotilla vinieron a por él y se lo llevaron, metido en un saco y con la ayuda de una carretilla de obra, hasta la cercanía del hotel donde se hospedaba.

Al día siguiente, quién salió en las noticias de medio mundo fue él. La foto era repelente. Y sus conciudadanos le afearon que bebiera hasta el coma etílico el día que debía entrevistar a la súper-abuela.    























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