domingo, 3 de junio de 2018

¡¡¡Llueve!!!

No ha podido estrenar el bikini y ha venido a casa más cabreada que un mono. - "¡Esta lloviendo a mares!... ¿Me oyes, boba de Coria?" - El zarandeo que me dio la abuela me devolvió al mundo de los vivos. - "¡Pero cuándo llegará el veranoooooooooooooo!" - ¿Qué... pasa?... ¿quién se ha... muerto?... ¿Llamo a los bomberos?... - "¡¡¡QUIERO IR A LA PLAYAAAAAAAAAAAAAAAA!!!"

La abuela está que trina. - ¿Te parece normal venir dando voces cuando aún no han puesto las calles? ¿Qué dirán los vecinos? - "¿Por qué me sales por la tangente cuando no sabes qué decir? ¡¡¡ DI, NO LO SÉ Y BASTA!!! ¡Te estoy hablando de lluvia y me sales por peteneras. Me tienes harta!"

A mi me costaba entender de qué hablaba y solo tenía ganas de dormir otra vez. - "Y luego esos hombres durmiendo (¡Andresito y Geoooorge, se supone)¡A éstas horas! Menos mal que mi suegra a tomado partido por mi bando y tengo una aliada que me comprende."

Harta de escuchar sus lamentaciones, me levanté y fui a la cocina. Allí quedé boquiabierta: - ¡¡¡¿Y LAS ENSAIMADAS?!!! - Al estar deprimida y empardalada, se le olvidó comprar las ensaimadas para el desayuno - ¡Llama al abuelito, a Geoooorge, a quién sea! ¡Es domingo y toca ensaimada! Tanto si en España mandan unos como otros, la ensaimada de los domingos es sagrada!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! se te oye desde la calle (dijo la Cotilla que venía de sus trapicheos nocturnos) cuando le conté el descuido de la abuela puso el grito en el cielo. - ¡Tu nieta tiene razón por una vez en la vida! ¡Llama para que las traigan!

Poco después el mayordomo inglés entró en casa, bandeja en mano y despidiendo una aroma intenso y acariciador que nos hizo salivar. Le dimos una larga ovación como a los divos de la Ópera y desayunamos.

Cuando la Cotilla se dio cuenta de que faltaba una ensaimada (porque las había contando) nos echó en cara que comiéramos más que ella. No había visto a Pascualita, reptando entre las tazas de cola cao, arrastrando la dichosa ensaimada. Se la quité y escondí para que no comiera delante de la vecina y lancé, después, a la sirena al acuario donde entró límpiamente sin apenas salpicar. Pero, en seguida, subió a flote y empezó con sus ejercicios de saltos mortales con tirabuzón y llenó el suelo del comedor de charcos.

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