miércoles, 13 de junio de 2018

Que barra tienen las vecinas.

Asomada al balcón contemplé como un grupo de vecinas abordaba a Bedulio, que andaba por el barrio haciendo su ronda. Hablaban gesticulando mucho y , de vez en cuando señalaban hacia mi como si yo no estuviera. A todo esto, Bedulio respondía diciendo que no con la cabeza. ¡Y no, que no y que no! O eso fue lo que entendí.

Pero las vecinas estaban decididas a que el Municipal entrara en nuestra finca y se lo llevaron a empujones hasta quedar junto a la puerta de la calle. Y fue allí donde, agarrándose con fuerza al dintel de la puerta, gritó: - ¡¡¡QUE NO ENTRO AHÍ HE DICHO!!!

Yo estaba intrigada y pregunté: - ¿Qué pasa? - ¡Bedulio no quiere subir a tu casa! - ¿Por qué? - Porque su salud mental no se lo permite... dice. ¡Pero si es la autoridad! ¡¡¡SUBE O TE SUBIMOS!!!

- Anda, sube hombre y te invitaré a chinchón. - ¡¡¡HE DICHO QUE NO!!! - La vecina del 5º derecha me dijo que llamara al cuartel y contara lo que pasaba. - No me gusta ser chivata (le dije) - Vale, pero ésto es una emergencia. - Me convenció y llamé. Pocos minutos después llegó un furgón lleno de municipales. - ¿Dónde debemos actúar? (preguntó el jefe de los recién llegados) - En el primer piso, donde está asomada esta chica. - ¿Vienen a mi casa? (me asombré) - ¡Claro! Tu eres la que tiene los guiris realquilados que montan tanto escándalo y no nos dejan dormir. ¡¡¡ES ILEGAL, BOBA DE CORIA!!!

¡Menuda cara la de mis vecinas. Me piden que coopere a mi detención! Antes de que los municipales corrieran escaleras arriba , oí cómo Bedulio se excusaba para no entrar en mi casa. - El espíritu de su primer abuelito... del que dudo que tuviera una muerte natural... vaga por la casa y tiene muy malas pulgas... ¡Y me da miedooooooooo!

Los hombretones, con sus artilugios antidisturbios, dieron un paso atrás. - ¿Qué hay un fantasma?- Perdone, sargento, pero los fantasmas no son santos de mi devoción... Y no puedo... - Todos se fueron echando para atrás hasta que solo quedó uno. Miró a su alrededor, tragó saliva y se dispuso a echar la puerta abajo. No hizo falta porque la abrí yo. No están los sueldos para gastos extras. Y entonces Pascualita comenzó sus ejercicios de salto. Los ¡¡¡CHOFS!!! fueron contínuos. Estos se juntaron con los ¡¡¡PAPAM!!!  y el terror se pintó en el rostro blanquecino del municipal. Y su alarido se unió a otro, de mujer, que salió del antiguo cuarto de la abuela. Ese fue el momento es que, en la escalera, no quedó ni el apuntador

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