martes, 23 de enero de 2018

¡Pillada!

Cuando salgo a la calle lo hago con pasamontañas, el cuello del abrigo subido hasta las orejas, gafas de sol y gorra de béisbol. ¿Quién se va a fijar en mi yendo de ésta guisa?

Son precauciones que tomo por si se descubre que fui yo quien dejó las flechas de San Sebastian en el suelo... Pero esta mañana he estado a punto de palmarla. Me he desidratado porque, aunque estemos en Enero y hayan caído nevadas espectaculares, hace calor.

Al poco de andar a paso rápido por la acera, he notado que me iba... y me he ido de cabeza al suelo. Intenté levantarme pero la cabeza me daba vueltas. Llegando desde muy lejos, una voz suave me dijo: - Hija mía ¿quiéres confesarte? 

Al incorporarme me encontré, cara a cara, con un cura dispuesto a darme la extremaunción. Me quejé: - ¡Que no! - Hija mía, más vale que la muerte te coja preparada... - ¡Pues no lo estoy! - Moví la cabeza de lado a lado para darle más énfasis a la frase. La salmodia del cura cesó. Pensé que me había librado de él pero, no. Se había callado, atónito al reconocer en mí a la sacrílega que le quitó las saetas al santo.

- ¡¡¡ES ELLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! - Y los curiosos de turno se revolucionaron. - ¿Quién es? ¿Alguien la conoce? ¿Es Miss Mundo?...

Eché a correr pero, la garra eclesiástica me agarró del cuello del abrigo y me frenó en seco. Alguien llamó a la tele. Me hacían fotos sin parar ¡y yo sin ir a la peluquería!

Más tarde, ya en casa, Pascualita y yo nos sentamos a comer. El telediario abrió con un primer plano mío, gritando: - ¡No he sido yo! - Pero los dedos acusadores del gentío que me rodeaba, me señalaban como culpable. Luego se vieron las flechas en el suelo y... una mano que las recogía y se las llevaba.

¡Reconocería esa mano con los ojos cerrados! - Alguien aporreó la puerta. Era Bedulio. - Quedas detenida por destrozar una estatua religiosa - ¡No he sido yo, atontao! - Huy, no sigas por ahí que se te acumularán multas. - Con las esposas en las mano intentó cogerme y yo pedí ayuda a grito pelao ¡¡¡ABUELITOOOOOO, SOCORRO, SOCORROOOO, SOCORROOOOOO!!!

En un abrir y cerrar de ojos el Municipal desapareció, dominado por el terror al ánima de mi primer abuelito.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Vengo muerta de hamb... ¿qué te pasa? - Llena de rabia, salté a por la Cotilla. - ¡¡¡Usted cogió las flechas!!! - Vale, sí.... ¡Quietaaaaaa! - ¿A qué viene todo esto,. boba de Coria?  - Como buena trapicheadora, "moví" el ambiente para que las flechas, que no valen nada, se volviesen un capricho irresistible para cierta gente. ¡¡¡Y ME HE FORRADO!!!

Salí corriendo al balcón y girté: - ¡¡¡BEDULIOOOOOOOOOO!!! - Pero del Municipal no vi ni rastro.     

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