La abuela se ha vestido de tiros largos (es un decir porque llevaba una mini-falda-faja más corta que nunca). Subida en sus tacones de vértigo caminaba como si fuera una modelo de pasarela, de las que no se caen. Y estrenaba una chaqueta que le daba un aire de papagayo porque era de plumas de colores fuertes y mangas anchas. - ¡Ostras! ¿Se la has comprado al señor Li? - "Se lo había encargado a la casa Christian Dior hace unas semanas y me lo han entregado hoy. Un día fantástico para estrenarla ¿no te parece, nena?" - Pues... - "¿Tengo que darte pistas?" - Es que no sé qué día es hoy? - "Domingo, boba de Coria. Domingo" - ¿Un domingo pelado y mondado? - "Sí... " - Vale, pues no sé de qué va la cosa, abuela.
- "Hace viento. Mucho viento... " - Sí... - "¿Y qué usan los pájaros para volar? - ¿Los pájaros? pues... ¿las alas? - "Bien. ¿Y qué tienen las alas?" - ¿Tengo que adivinarlo todo? - "Ya te queda poco... ¡Plumas! Y mi chaqueta maravillosa, también. Por eso la encargué ¡para volar!" - Así que te vas de viaje... - "No te enteras de nada ¡Voy a volar ahora mismo" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - ¡Cotilla, ayúdeme! La abuela quiere tirarse por el balcón. - Déjala, asi me casaré con su viudo y tendré la Torre del Paseo Marítimo.
Enfundada en su chaqueta de papagallo, sacó una silla al balcón y subiéndose en ella, se tiró al vacío incorporándose a una fuerte ráfaga de viento que la elevó por los aires mientras ella movía los brazos y luego planeaba sobre la calle mientras Geooorge, desde abajo la miraba boquiabierto.
Oí gritar a una vecina - ¡Argemiro, sal, corre! ¡Mira, mira. Un loro gigante! Si se para en nuestro balcón lo coges ¡Ay, que ilusión me hace! - Pues que no te haga porque este bicho debe comer cañamones por un tubo... ¿Seguro que no es un águila? - ¿No ves que colores tan bonitos tiene?
De repente, la ráfaga de aire cesó y la abuela cayó en picado sobre el árbol de la calle, que amortiguó el golpe con las ramas. - ¡Abuela! ¿Te has echo daño? - Si se hizo no se quejó. Estaba entusiasmada con la corta pero intensa experiencia que acababa de vivir. - ¿No te has matado? Que aguafiestas eres. (se quejó la Cotilla que ya se veía rica)
Una vez en casa la abuela se colgó el termo de los chinos, metió a Pascualita dentro y repitió la operación cuando el viento volvió a coger potencia. De nada valieron mis quejas para que dejara en paz a la sirena. - "Imagínate la de cosas que tendrá para contar cuando vuelva a su hábitat, boba de Coria"
Esta vez el viento sopló con más violencia y allá que fueron abuela y sirena, volando sobre las azoteas de las fincas vecinas. Cuando las perdí de vista iban en dirección a la tienda del señor Li.
Para matar la desazón que me embargaba, abrí una botella de chinchón y brindamos varias veces porque no les pasara nada malo - Y si le pasa, que le pase. La riqueza... ¡hip!... ha de compartirse. Hasta ahora... ¡hip!... la ha disfrutado ella, ahora... ¡hip!... la disfrutaré... yo... ¡hip!...
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