No me di cuenta que Pascualita se había metido en el bolsillo del delantal hasta que la vi caer de cabeza al agua de la bañera. - ¡Ay! ¿Qué es esto? (me sorprendí) - ¡Avemaría purísss...! - La Cotilla que acababa de entrar en casa y había oído mi exclamación, de repente ya estaba junto a mí en el cuarto de baño.
Pascualita no estaba en el mejor sitio para una sirena de agua salada y empezaba a dar signos de ahogamiento. - ¡Quite de en medio que se ha caído a la bañera un pajarito del árbol de la calle y no le gusta el agua!
Tiré a la medio sardina a la pila de lavar del comedor y corrió a esconderse en el barco hundido tapándose con las algas del fondo.
- ¡Fiiiiu!. Que poco ha faltado para que la descubriera la Cotilla. Cada vez se acerca más ésta puñetera. A éste paso me va a dar un síncope.
Cuando todos los personajes de casa nos quedamos solos discutimos sobre lo que había pasado y llegamos a un acuerdo unánime: Pascualita debe regresar a su hábitat. Aquí puede ser descubierta por la Cotilla y entregada a la Ciencia para que la estudien como única sirena que es. - ¡¡¡NOOOOOOO!!!
El rolls royce de la abuela aparcó en la parada del bus. Se juntó con los demás en el comedor. Pascualita saltó a los brazos de su amiga y sin mediar palabra todos rompimos a llorar.
Mi primer abuelito apareció luciendo un espectacular sudario tornasolado reflejando el color de las escamas de los peces. Gracias a él y a la eterna sirena, siempre estaremos en contacto.
Después de 14 años disfrutando de Pascualita, Lord Parkinson me conmina a dejarla. Donde hay patrón no manda marinero.