Llamé a la abuela porque, desde que ella decidió que el padre de su bisnieto tenía que ser Geoooorge, no he vuelto a verle. Y claro, estoy desconcertada: - ¿Sigue en pie lo de la paternidad del inglés? - "¡Por supuesto!" - Es que como no viene por casa... - "Cuanto menos os veáis, mejor. Porque eres una metepatas y eres capaz de estropearlo todo" - ¿Entonces no tiene que cortejarme? - "Vaaaale. Le diré que te escriba cartas"
La primera carta que llegó a casa estaba escrita en inglés y cogí un cabreo monumental porque, al no saber qué decía, no me quedó otra que mandarle un recado, por correo también, que decía: - ¡Pa tu padre por si acaso!
A la abuela le faltó tiempo para echarme la bronca. - "¿Ves porque no quiero que os veáis, ni poco ni mucho, boba de Coria?" - ¡Ha empezado él! - "Mientras Geoooorge siga ganando la pasta gansa de ahora con sus paellas con té, nunca tendrá la culpa de nada" - ¡Abuela, que soy tu nietaaaaaa!
En casa habían empezado las apuestas entre los personajes. Y estábamos en plena discusión cuando la Cotilla entró en casa dando voces: - ¡Nena! Tu abuela millonetis quiere serlo más todavía. Se le ha ocurrido hacer cocido madrileño ¡con té! Y quiere que sea la catadora oficial ¡Si pregunta por mi, no me has vistooo!
Salió tal como había llegado: corriendo. Para entonces ya habían empezado las nuevas apuestas: cocido con té, ¿sí o no?.
El griterío en casa recordaba al de los garitos de las películas en blanco y negro. Y cuando parecía que ya no podían subir más los decibelios, se escuchó, fuerte y claro: ¡¡¡QUEREMOS SER CATADORES OFICIALES!!!.
Eran los hambrientos comensales de la Santa Cena
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