La Cotilla camina rápido, dentro y fuera de casa. Ya me tiene mareada porque no ha parado en todo el día. En una de las muchas salidas que ha echo a la calle, se me ha ocurrido que bien podría bajar ella la basura al contenedor y así no tendría que ir yo.
- ¿Se marcha?... - ¡SI! ¡PAPAM! (gritó antes de cerrar la puerta de golpe)
Repetí la pregunta tropecientas veces y siempre tenía la sensación de que todo pasaba más deprisa: - ¡Cotilla, ¿baja la bas... ! - ¡PAPAM! - ¡Oiga. Llévese la b...! ¡PAPAM! - ¡¿Se lleva la b...?!... ¡PAPAM!
Comprendí que tenía que ser la más rápida del Oeste y, entre salida y salida de la vecina, me estuve entrenando. Por eso, la próxima salida de la Cotilla no me pilló desprevenida. ¡¡¡LLEVESELABASURACOTILLA!!! mientras le lanzaba la bolsa de basura en plan ¡¡¡TRITRITRIPLE CANASTAAAA!!!
No supo reaccionar y cogió al vuelo la bolsa para, acto seguido, lanzarla a la copa del árbol de la calle como si fuera la canasta mientras yo jaleaba diciendo: - ¡ENTRÓ, ENTRÓ! (como Juan José Castillo) - Aunque no fue tan bonita la cosa. La verdad es que, con el golpe, la bolsa se rompió y hubo basura por todo, incluídos en la acera y el alcorque.
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