Más enfadada que un mono, la abuela corrió hacia el trenecillo turístico, a pesar de sus estilettos verde esperanza, para que nos sacara de esa plaza donde no estaban seguros ni los bobos que reían a mandíbula batiente. - "¡Le digo que ponga en marcha éste trasto! ¿No ve que vendrá el toro y esto será una tragedia?"
Yo no hacía más que mirar a todos lados, asustadísima. De pronto veo venir hacia nosotras, a un grupo de personas. Con una sonrisa de oreja a oreja, el señor que parecía mandar más, dijo: - ¡Muy buenos días, señoras! Somos el Alcalde, servidor, y la Comisión de Festejos de éste Ayuntamiento y venimos a contratarlas para que actúen en las Fiestas Patronales. Hacía tiempo que no reíamos tan a gusto ¡Y miren el éxito que han tenido! ¡La Plaza del Torico entera, les aplaude!
Esto ya pasa de castaño oscuro por muy cachonda que sea ésta gente. - Señores, ya hablaremos en otro momento. Lo principal ahora es largarse de aquí antes de venga el becerro. (dije, intentando ser lo más educada posible)
- Becerro no. Toro, aunque chiquitín. Por eso le decimos Torico. ¡Mire, está en lo alto de ésta columna! - Menudo respingo dimos las dos, cosa que sirvió para que se reanudaran los aplausos. - "¡Ya está bien, coñe con tanta guasa!" - El alcalde levantó un dedo señalando arriba. Y así fue como descubrimos que el morlaquito no tenía peligro ninguno.
Con un suspiro de alivio nos despedimos de los políticos, que insistían en contratarnos como pareja cómica, para ir a reunirnos con la Cotilla junto al Mausoleo de los Amantes de Teruel.
- He oído aplausos ¿qué pasaba? - "Ya te contaré" - Debe estar cansada de esperarnos, Cotilla. - ¡Que va! entretiene mucho "hacer" carteras. - ¿Qué hará con ellas? ¿venderlas? - Mira que eres interesada ¡claro que no! Las echo en un contenedor para que las encuentren sus dueños junto con la documentación. - No, si al final tendrán que darle las gracias.
Visitamos el precioso mausoleo. A la Cotilla no se la ve nada entusiasmada. - "¿Qué te pasa?" - Aquí no hay nada para llevarse. Las estatuas son muy bonitas pero pesan un quintal. Me llevaría el techo de la iglesia, aunque fuera un trozo. Siempre habría quién me lo comprara para pegarlo en el techo de su salita de estar, por ejemplo... pero ya he visto que a los de mi oficio no nos dan facilidades. Fijáos en lo altísimo que es el techo ¡y no hay ninguna escalera a mano!. - A usted lo que le gusta es que se lo den todo mascado. - La Cotilla gruñó: - ¡Qué cruz tienes con tu nieta!
Salimos a la calle, con dirección a la plaza del Torico. La gente se levantó a nuestro paso y nos pidió autógrafos. Como no podíamos defraudar a nuestro público, firmamos todo lo que nos presentaron. Al final tuvo que ser la Cotilla quién nos sacara de allí a empujones. - ¡¡¡VAMOS, VAMOOOOOOOSSSSSSSSSSS!!! - "¡Jesús, que prisas!"
La Cotilla bajaba la cuesta a toda pastilla, agarrando el bolso con las dos manos. - ¿Tiene miedo a que se lo roben? jajajajajajaja (no me pude reprimir)
Al llegar abajo paró un taxi. Se subió de un salto y dio la dirección de nuestro hotel - ¡Rápido y le doy el doble de lo que valga la carrera! - ¡Hecho! (gritó el taxista. Y a punto estuvo de dejarnos, a la abuela y a mi, en tierra)
Por la noche, el telediario local abrió con ésta noticia: - ¡Ha desaparecido el Torico! ¡¡¡Nos lo han robado!!!
sábado, 30 de junio de 2018
viernes, 29 de junio de 2018
El torico.
Leí en el periódico de Teruel que en la ciudad ocurrían cosas extrañas. Desaparecían carteras. Era como una epidemia de peste bubónica extendiéndose por la ciudad antigua. A mi eso no me dijo ni fú ni fá y seguí pasando páginas hasta llegar al crucigrama. Es una costumbre que tengo y que pongo en práctica todas las mañanas mientras desayuno pero ¡ya estaba hecho!
- ¡¿Quién ha resuelto el crucigrama?! (la voz me salió histerica) - El vendedor. Por eso me ha costado más barato. - Miré a la Cotilla como si la viera por primera vez - ¿Eso es verdad? - ¿Por qué no va a serlo? Hemos llegado a un entente cordiale después de decirle que soy una pobre pensionista que apenas llega a fin de mes. - ¿Y tiene que ser, precisamente, hacer el crucigrama lo que abarate el periódico? - Es que es un forofo de esta tontá. Pues, hija, si puedo ahorrar treinta céntimos, buenos son.
- Abuela, que no lo compre más. Ya lo haré yo. - "Ni que te hubiera tocado la lotería, potentada" -
Propongo hacer un viaje por la ciudad a bordo del trenecito turístico. - ¿Hay que pagar? - Supongo, Cotilla. - Entonces iré caminando. - Allá usted.
La abuela, Pascualita y yo nos subimos a uno de los vagones en los que aún había asientos libres. De repente la abuela me dio un codazo. - "¡Mira quién es el cobrador!" - ¡La Cotilla! - "Qué mujer. Siempre sacando dinero hasta de debajo de las piedras para llegar a fin de mes" - Habrá ido a pedir trabajo al Ayuntamiento (pensé) - Dos minutos después vino un hombre pretendiendo cobrarnos de nuevo. Y todos, extranjeros y nacionales, le dijimos ¡tararí que te vi! y le hicimos una pedorreta general. - ¡Ladrones, aprovechados, sinvergüenzas! (le gritamos al presunto cobrador) Y nos sacó a todos a empellones.
Mientras nosotras nos quejábamos del trato recibido, la Cotilla llamó al móvil de la abuela diciendo que estaba en la entrada del mausoleo de los Amantes de Teruel, los de tonto ella y tonto él. Y remató con un: - Mientras venís me entretendré "haciendo" carteras.
- Abuela ¿es lo que me imagino? - "Sí" - Me acerqué a la fuente de la plaza para refrescarme y que no me diera un soponcio. La abuela hizo lo mismo y al inclinarse para echarse agua en el cogote, Pascualita resbaló del termo de los chinos y se dio un buen chapuzón de agua dulce.
Ese fue el momento en que se acercó un grupo de la tercera edad a fotografiarse. - ¡Que se vea el torico! (repetían) - Se me pusieron los pelos como escarpias. Ahora teníamos dos problemas: ¡que no vieran a Pascualita y que no nos pillara la vaquilla que habían soltado por la calle!
- ¡¡¡Corre, abuela, que nos pillará el toro!!! - Sin ninguna clase de miramiento, cogió a Pascualita por los pelo-algas y la metió en su escote. Corríamos calle arriba gritando como posesas - : ¡¡¡Que viene el torico, que viene el torico!!! - Acabamos siendo la atracción de cuantos paseaban o disfrutaban de las terrazas de los bares en aquel momento y nos aplaudieron como si hubiésemos cortado las orejas y el rabo a ese toro que no veíamos por ninguna parte. - La abuela y yo nos miramos aturdidas. ¿Eramos las únicas personas conscientes del peligro de un toro suelto por pequeño que sea? Eso parecía. No tuvimos más remedio que pedir unos chinchones en el primer bar y ni aún así, entendimos qué pasaba.
- ¡¿Quién ha resuelto el crucigrama?! (la voz me salió histerica) - El vendedor. Por eso me ha costado más barato. - Miré a la Cotilla como si la viera por primera vez - ¿Eso es verdad? - ¿Por qué no va a serlo? Hemos llegado a un entente cordiale después de decirle que soy una pobre pensionista que apenas llega a fin de mes. - ¿Y tiene que ser, precisamente, hacer el crucigrama lo que abarate el periódico? - Es que es un forofo de esta tontá. Pues, hija, si puedo ahorrar treinta céntimos, buenos son.
- Abuela, que no lo compre más. Ya lo haré yo. - "Ni que te hubiera tocado la lotería, potentada" -
Propongo hacer un viaje por la ciudad a bordo del trenecito turístico. - ¿Hay que pagar? - Supongo, Cotilla. - Entonces iré caminando. - Allá usted.
La abuela, Pascualita y yo nos subimos a uno de los vagones en los que aún había asientos libres. De repente la abuela me dio un codazo. - "¡Mira quién es el cobrador!" - ¡La Cotilla! - "Qué mujer. Siempre sacando dinero hasta de debajo de las piedras para llegar a fin de mes" - Habrá ido a pedir trabajo al Ayuntamiento (pensé) - Dos minutos después vino un hombre pretendiendo cobrarnos de nuevo. Y todos, extranjeros y nacionales, le dijimos ¡tararí que te vi! y le hicimos una pedorreta general. - ¡Ladrones, aprovechados, sinvergüenzas! (le gritamos al presunto cobrador) Y nos sacó a todos a empellones.
Mientras nosotras nos quejábamos del trato recibido, la Cotilla llamó al móvil de la abuela diciendo que estaba en la entrada del mausoleo de los Amantes de Teruel, los de tonto ella y tonto él. Y remató con un: - Mientras venís me entretendré "haciendo" carteras.
- Abuela ¿es lo que me imagino? - "Sí" - Me acerqué a la fuente de la plaza para refrescarme y que no me diera un soponcio. La abuela hizo lo mismo y al inclinarse para echarse agua en el cogote, Pascualita resbaló del termo de los chinos y se dio un buen chapuzón de agua dulce.
Ese fue el momento en que se acercó un grupo de la tercera edad a fotografiarse. - ¡Que se vea el torico! (repetían) - Se me pusieron los pelos como escarpias. Ahora teníamos dos problemas: ¡que no vieran a Pascualita y que no nos pillara la vaquilla que habían soltado por la calle!
- ¡¡¡Corre, abuela, que nos pillará el toro!!! - Sin ninguna clase de miramiento, cogió a Pascualita por los pelo-algas y la metió en su escote. Corríamos calle arriba gritando como posesas - : ¡¡¡Que viene el torico, que viene el torico!!! - Acabamos siendo la atracción de cuantos paseaban o disfrutaban de las terrazas de los bares en aquel momento y nos aplaudieron como si hubiésemos cortado las orejas y el rabo a ese toro que no veíamos por ninguna parte. - La abuela y yo nos miramos aturdidas. ¿Eramos las únicas personas conscientes del peligro de un toro suelto por pequeño que sea? Eso parecía. No tuvimos más remedio que pedir unos chinchones en el primer bar y ni aún así, entendimos qué pasaba.
jueves, 28 de junio de 2018
Empieza el viaje a Teruel.
¡Que vergüenza he pasado! sabía que con la Cotilla no se puede ir a ningún sitio pero, yendo de viaje con ella y con la abuela, lo he confirmado.
Cuando, en el aeropuerto de Palma, la maleta de la Cotilla pasó por el escáner había que ver la cara de estupefacción del guardia civil. Hasta tres veces repitió la operación para ver si lo que había dentro era realmente lo que había visto... ¡Nada! - Señora (le dijo) se le ha olvidado llenarla. - Es que soy una pobre jubilada con una mísera pensión y no tengo nada qué ponerme (dijo, llorosa). - Una lágrima resbaló por las mejillas del emocionado guardia y propuso a sus compañeros hacer una rápida recolecta para ayudar a la pobre pensionista. Con razón les llaman la Benemérita.
Y lo peor del caso es que yo también tuve que apoquinar porque el guardia que llevaba la gorra en la mano para que la gente de las colas echaran sus euros, se paró a mi lado y poco después fruncía el ceño diciendo: - ¡Que es para hoy!
En cuanto entramos en el avión, tanto la abuela como yo, le pedimos la devolución de nuestra "aportación" - ¡Rácanas! (nos dijo la tía)
Según nos contó, llevaba la maleta vacía porque pensaba llenarla durante la estancia en Teruel. - Haré una visita a las iglesias de allí para ver cuánto aportan los feligreses a los cepillos. - ¡A mi no me conoce, Cotilla!
La abuela, a pesar de mi oposición, llevaba al cuello el termo de los chinos con Pascualita dentro. - He mirado en google y dice que en Teruel no hay mar. ¿Para qué traes a la sirena? Se nos va a quedar más tiesa que la mojama. - "No pongas el parche antes de que salga el grano, boba de Coria. Tampoco es tan difícil echarle sal al agua del grifo" (sentenció la abuela)
El caso es que, aunque no estábamos seguras, Teruel existe. Y es una capital preciosa. Tranquila. Visitada por turistas que, de momento, no agobian. Y a pesar de eso, la Cotilla hizo su agosto con las carteras patrias y foráneas.
Tampoco las iglesias se libraron. La vecina no cabía en sí de gozo. - Este verano ya no tendré que preocuparme de si llego o no, a fin de mes. - Pues estírese e invítenos a comer, que es usted más agarrada que un chotis. - ¡Así que tiene doble moral la señorita! Me dices que no haga ésto o lo otro pero no te quejas cuando pago. - Que tendrá que ver la gimnasia con la magnesia. (contesté muy digna yo)
Después de comer cogimos el autobús para ir a nuestro hotel. De repente nos cruzamos con coches de la policía, con las sirenas a todo meter, camino de la Plaza del Torico. - "Vaya, ahora que nos vamos empieza la juerga" - ¡Vamos a brindar! (dijo la Cotilla) - ¿Con qué? - ¡Con chinchón! ¿Con qué va a ser? (y la Cotilla sacó una botella sin estrenar, de su bolso que parecía pesar bastante) - ¿Y ésto? - La he encontrado en la escalera que lleva a los lavabos del restaurante. No iba a dejarla allí para que alguien la tirara... ¿no? - Y mientras bebíamos a morro, la abuela, disimuladamente, mojaba el dedo y le daba licor a Pascualita.
miércoles, 20 de junio de 2018
¿Teruel existe?
- ¡¡¡Nenaaaaaa!!! ¿está tu abuelaaaaaaaaaaaaa? - ¿Cotilla? ¿No se le olvida nada? - Ay sí ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿está tu abuela? - En ese momento salía del cuarto de baño después de haberse puesto más rímel en las pestañas. Llevaba tanto que apenas podía abrir los ojos. - Te has pasado, abuela. - "¡Qué sabrás tú, boba de Coria! Tengo que mantener mi mirada exótica y lujuriosa de siempre"
- ¡Que bien que estáis las dos aquí! Mirad lo que acabo de encontrarme en la calle. - Miedo me da (dije yo) - ¡¡¡Tres pasajes de avión!!! ¡Nos vamos a Teruel! - Si los ha encontrado debe entregarlos en la Oficina de Objetos Encontrados. - Esta nieta tuya es cada vez más tonta. - "Hombre, un poco de razón sí que tiene" - ¿Ah, sí? - "Un poquito, tampoco gran cosa... pero vaya, si hay que ir a Teruel ¡se va!" - ¡¡¡Abuela!!!
- ¿Y dónde los ha encontrado? - En la calle. - ¿Se le ha caído a alguien? - Probablemente a un hombre que salía de una agencia de viajes... - ¡Lo ha visto! - Incluso lo he llamado. He dicho pichs, pichs... y no me ha echo ni caso. Así que no serían suyos. - ¿Se le han caído a él? - No lo sé... han salido del bolsillo del pantalón... - ¡Se los ha robado! - ¡Malhablada! - "¡Que cruz tenemos contigo, nena! No dice la Cotilla que se los ha encontrado pues ¡ya está! No le des más vueltas... ¿Cuándo nos vamos?" - Mañana.
Acercándome al oído de la abuela, le dije: - ¿Y qué hacemos con Pascualita? - La Cotilla que, como siempre, tenía la oreja puesta, cogió al vuelo algo de la frase. - ¡Pascual no puede venir! ¿No te da vergüenza hacer de alcahueta de tu abuela? Cómo se entere Andresito te quedas si herencia. - Y salió dando un portazo.
Decidimos que nos llevaríamos a la sirena... De repente me asaltó una duda. - Abuela ¿en Teruel hay mar? - "No lo sé. Ni siquiera sé si Teruel existe" - Como no tenga mar Pascualita tendrá un problema con el agua... - "De momento, nos vamos. Los problemas los resolveremos a medida que aparezcan" - Preparamos chinchón on the rocks y brindamos ¡Teruel, allá vamos!
- ¡Que bien que estáis las dos aquí! Mirad lo que acabo de encontrarme en la calle. - Miedo me da (dije yo) - ¡¡¡Tres pasajes de avión!!! ¡Nos vamos a Teruel! - Si los ha encontrado debe entregarlos en la Oficina de Objetos Encontrados. - Esta nieta tuya es cada vez más tonta. - "Hombre, un poco de razón sí que tiene" - ¿Ah, sí? - "Un poquito, tampoco gran cosa... pero vaya, si hay que ir a Teruel ¡se va!" - ¡¡¡Abuela!!!
- ¿Y dónde los ha encontrado? - En la calle. - ¿Se le ha caído a alguien? - Probablemente a un hombre que salía de una agencia de viajes... - ¡Lo ha visto! - Incluso lo he llamado. He dicho pichs, pichs... y no me ha echo ni caso. Así que no serían suyos. - ¿Se le han caído a él? - No lo sé... han salido del bolsillo del pantalón... - ¡Se los ha robado! - ¡Malhablada! - "¡Que cruz tenemos contigo, nena! No dice la Cotilla que se los ha encontrado pues ¡ya está! No le des más vueltas... ¿Cuándo nos vamos?" - Mañana.
Acercándome al oído de la abuela, le dije: - ¿Y qué hacemos con Pascualita? - La Cotilla que, como siempre, tenía la oreja puesta, cogió al vuelo algo de la frase. - ¡Pascual no puede venir! ¿No te da vergüenza hacer de alcahueta de tu abuela? Cómo se entere Andresito te quedas si herencia. - Y salió dando un portazo.
Decidimos que nos llevaríamos a la sirena... De repente me asaltó una duda. - Abuela ¿en Teruel hay mar? - "No lo sé. Ni siquiera sé si Teruel existe" - Como no tenga mar Pascualita tendrá un problema con el agua... - "De momento, nos vamos. Los problemas los resolveremos a medida que aparezcan" - Preparamos chinchón on the rocks y brindamos ¡Teruel, allá vamos!
martes, 19 de junio de 2018
La nieta se declar ecologista.
He soñado que era domingo y me he despertado con la sonrisa puesta. Y así he seguido mientras esperaba la llegada de la abuela con las ensaimadas domingueras. Pero no ocurrió nada. Y tuve uno de mis soliloquios con Pascualita y Pepe como oyentes o escuchantes.
La sirena se llegó a impacientar al ver su taza vacía de cola cao y ni corta ni perezosa, saltó dentro de ella como si estuviera llena. El golpe que se dio sonó hueco y me dio la risa. Creo que Pepe, si pudiera pensar, también se hubiese reído ¡menudo coscorrón se dio la medio sardina! - ¡Muy bien! repite el salto y te haré una foto (la jaleé yo)
Entonces se armó la de San Quintín. Pascualita saltó hacia mi con la dentadura de tiburón por delante. Yo corrí como si me fuera la vida en ello mientras, con la mano me retiraba las lágrimas de risa que no dejaban de aflorar a mis ojos.
- ¡Tonta, más que tontaaaaaaaaaaaaa! ¡No me cogeeees! jajajajajajaja - De repente. la puerta de la calle se abrió y sonó el clásico - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué pasa aquí? ¿quién es tonta? - No va con usted, Cotilla - Dije poniéndome firmes ante la vecina inoportuna. Mientras, por el rabillo del ojo veía acercarse, reptando sobre las baldosas, a Pascualita.
Estaba en un aprieto. La Cotilla no podía, ni debía, ver a la sirena. No tenía tiempo que planear nada. Cogí mi pañuelo del bolsillo, envolví, rápidamente, a Pascualita en él. Entonces volteé, con garbo y salero, ese pequeño paquetito y lo lancé muy lejos de mi, yendo a parar al interior del acuario.
- ¿Qué tiras, boba de Coria? No ves que vas a contaminar ese agua y se morirán las algas. Necesitas cursillos acelerados de ecologismo. - No es nada malo, no se preocupe. Yo también se reciclar. - No me hagas reír ¿Qué vas a saber tu, alma cándida? A ver ¿en que contenedor va el papel?
- Muy fácil, en el que hay más.
La sirena se llegó a impacientar al ver su taza vacía de cola cao y ni corta ni perezosa, saltó dentro de ella como si estuviera llena. El golpe que se dio sonó hueco y me dio la risa. Creo que Pepe, si pudiera pensar, también se hubiese reído ¡menudo coscorrón se dio la medio sardina! - ¡Muy bien! repite el salto y te haré una foto (la jaleé yo)
Entonces se armó la de San Quintín. Pascualita saltó hacia mi con la dentadura de tiburón por delante. Yo corrí como si me fuera la vida en ello mientras, con la mano me retiraba las lágrimas de risa que no dejaban de aflorar a mis ojos.
- ¡Tonta, más que tontaaaaaaaaaaaaa! ¡No me cogeeees! jajajajajajaja - De repente. la puerta de la calle se abrió y sonó el clásico - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué pasa aquí? ¿quién es tonta? - No va con usted, Cotilla - Dije poniéndome firmes ante la vecina inoportuna. Mientras, por el rabillo del ojo veía acercarse, reptando sobre las baldosas, a Pascualita.
Estaba en un aprieto. La Cotilla no podía, ni debía, ver a la sirena. No tenía tiempo que planear nada. Cogí mi pañuelo del bolsillo, envolví, rápidamente, a Pascualita en él. Entonces volteé, con garbo y salero, ese pequeño paquetito y lo lancé muy lejos de mi, yendo a parar al interior del acuario.
- ¿Qué tiras, boba de Coria? No ves que vas a contaminar ese agua y se morirán las algas. Necesitas cursillos acelerados de ecologismo. - No es nada malo, no se preocupe. Yo también se reciclar. - No me hagas reír ¿Qué vas a saber tu, alma cándida? A ver ¿en que contenedor va el papel?
- Muy fácil, en el que hay más.
lunes, 18 de junio de 2018
El canario ya está en la jaula.
- Aún no sé cómo se me ocurrió hablar de la sirena y sobre todo, enseñarle un dibujo de ella, a la Cotilla. Será porque ya estoy harta de andar escondiéndola. ¿Quién nos va a quitar a ese bicho si lo descubren? es feísima y tiene un genio endiablado, por no decir que hay que estar siempre pendiente de tener agua de mar en casa porque no se le puede llenar el acuario de agua dulce. Se moriría.
- Me extraña porque dicen que bicho malo nunca muere. Cómo me fastidie mucho, el día menos pensado, hago una prueba.
Todo esto se lo estaba contando a Pepe el jivarizado mientras me ponía un trapo mojado sobre la frente donde me había salido un chichón digno de ser llevado a un concurso. Y hubiese ganado. ¡La de rebotes que dió mi cabeza gracias al pescozon de la abuela. esta mujer cada día tiene más energía. Creo que cumple años al revés.
Pascualita dormía flotando, lánguidamente, muy cerca de las algas del fondo del acuario. Y no quise despertarla. Me dolía demasiado la cabeza para bregar con la sirena si se levantara de mal humor.
En estos casos prefiero hablar con Pepe. Desde que el pobre hombre... (nunca he tenido muy claro cuál es su sexo porque también lo perdió junto con el resto de su cuerpo , cuando le cortaron la cabeza) fue decapitado y reducido al tamaño de un llavero, no opina, ni discute, ni ná de ná. Pero escucha. Y no se mueve. Ni me tira agua envenenada a los ojos. Ni muerde como la sirena pensando que es un tiburón.. En fin, que en Pepe tengo un amigo. En cambio, con Pascualita... nunca se sabe.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! El ex duque enPALMAdo ya está en la jaula. - Será el gallo del gallinero... - He encontrado a Andresito en la calle y dice que irá a hacerle una visita para que no se encuentre tan solo. Tu abuela le acompañará. - ¿También irá a ver al ex jugador de balonmano? - Sí. Para sacarle algunas fotos y venderlas a la prensa ¡Se va a forrar la tía! - ¿Y usted se queda tan pancha? - Somos socias, boba de Coria. Los novios me los quitó pero la pela es la pela.
- Me extraña porque dicen que bicho malo nunca muere. Cómo me fastidie mucho, el día menos pensado, hago una prueba.
Todo esto se lo estaba contando a Pepe el jivarizado mientras me ponía un trapo mojado sobre la frente donde me había salido un chichón digno de ser llevado a un concurso. Y hubiese ganado. ¡La de rebotes que dió mi cabeza gracias al pescozon de la abuela. esta mujer cada día tiene más energía. Creo que cumple años al revés.
Pascualita dormía flotando, lánguidamente, muy cerca de las algas del fondo del acuario. Y no quise despertarla. Me dolía demasiado la cabeza para bregar con la sirena si se levantara de mal humor.
En estos casos prefiero hablar con Pepe. Desde que el pobre hombre... (nunca he tenido muy claro cuál es su sexo porque también lo perdió junto con el resto de su cuerpo , cuando le cortaron la cabeza) fue decapitado y reducido al tamaño de un llavero, no opina, ni discute, ni ná de ná. Pero escucha. Y no se mueve. Ni me tira agua envenenada a los ojos. Ni muerde como la sirena pensando que es un tiburón.. En fin, que en Pepe tengo un amigo. En cambio, con Pascualita... nunca se sabe.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! El ex duque enPALMAdo ya está en la jaula. - Será el gallo del gallinero... - He encontrado a Andresito en la calle y dice que irá a hacerle una visita para que no se encuentre tan solo. Tu abuela le acompañará. - ¿También irá a ver al ex jugador de balonmano? - Sí. Para sacarle algunas fotos y venderlas a la prensa ¡Se va a forrar la tía! - ¿Y usted se queda tan pancha? - Somos socias, boba de Coria. Los novios me los quitó pero la pela es la pela.
domingo, 17 de junio de 2018
La línea roja.
El Alcalde ha dicho que como tire a la calle una gota de agua de más, me va a dar p´al pelo. Y me he quedado que no sé que me ha querido decir... ¿Se tratará de algo sexual? Si fuera así, seguiría regando el balcón porque no es moco de pavo tener un bisnieto con el Alcalde. Y quién sabe si ese niño saldría al padre y con el tiempo, heredaría la Alcaldía de Palma.
Ya sé que es una tontería entablar conversaciones sesudas con Pascualita y Pepe pero me da no sé qué hablarle a una pared que, para el caso, es lo mismo pero por lo menos imagino que me están escuchando.
Pascualita me miraba con sus ojos de pez, saltones e inexpresivos. De repente y sin venir a cuento, ha saltado sobre Pepe y le ha arreado tal bocado que ha vuelto a dejarlo sin nariz. Menos mal que la abuela es una buena restauradora y se la ha arreglado miles de veces. Eso sí, nunca le queda igual y el pobre Pepe, que ya llegó a mi casa hecho un desastre: sin cuerpo, sin lengua, con los ojos y la boca cosidos, ya no se parece al que fue y cada vez nos es más difícil identificar rasgos conocidos o por lo menos, europeos. Ya no podemos saber si fue indígena o no, mujer u hombre... Tendríamos que buscar su ADN pero no me da mi sueldo para tantas alegrías y a la abuela se la sopla que haya sido Pepe en el pasado.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Vengo de hablar con el cura de una de las parroquias que "límpio"
y pedirle que celebre una misa por el pobre Urdangarín. Ha dicho que si no le queda otra, lo hará... pero no gratis. Tengo que pagar una tarifa ¿Te lo puedes creer? - Que la pague el ex duque. - ¡Eso mismo me ha dicho el cura! ¿No tiene dinero? Pues que pague él.
- ¿Con quién hablabas cuando he entrado, boba de Coria? - Con una medio sardina (no quise mentir a la Cotilla y le enseñé un dibujo que había hecho de la sirena) - ¡Jesús, que cosa más fea! (y puso cara de asco) Parece... una sirena ¿fea? ¡Estás tonta! Las sirenas son bellísimas.
Iba a iniciar una discusión con la Cotilla cuando la abuela entró en casa. Al ver el dibujo que tenía la vecina en las manos se acercó a mi de improviso y me dio tal pescozón que mi cabeza rebotó, los menos diez veces, contra la pared de la cocina. Yo había traspasado una línea roja con respecto al pacto de silencio sobre Pascualita...
Ya sé que es una tontería entablar conversaciones sesudas con Pascualita y Pepe pero me da no sé qué hablarle a una pared que, para el caso, es lo mismo pero por lo menos imagino que me están escuchando.
Pascualita me miraba con sus ojos de pez, saltones e inexpresivos. De repente y sin venir a cuento, ha saltado sobre Pepe y le ha arreado tal bocado que ha vuelto a dejarlo sin nariz. Menos mal que la abuela es una buena restauradora y se la ha arreglado miles de veces. Eso sí, nunca le queda igual y el pobre Pepe, que ya llegó a mi casa hecho un desastre: sin cuerpo, sin lengua, con los ojos y la boca cosidos, ya no se parece al que fue y cada vez nos es más difícil identificar rasgos conocidos o por lo menos, europeos. Ya no podemos saber si fue indígena o no, mujer u hombre... Tendríamos que buscar su ADN pero no me da mi sueldo para tantas alegrías y a la abuela se la sopla que haya sido Pepe en el pasado.
- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Vengo de hablar con el cura de una de las parroquias que "límpio"
y pedirle que celebre una misa por el pobre Urdangarín. Ha dicho que si no le queda otra, lo hará... pero no gratis. Tengo que pagar una tarifa ¿Te lo puedes creer? - Que la pague el ex duque. - ¡Eso mismo me ha dicho el cura! ¿No tiene dinero? Pues que pague él.
- ¿Con quién hablabas cuando he entrado, boba de Coria? - Con una medio sardina (no quise mentir a la Cotilla y le enseñé un dibujo que había hecho de la sirena) - ¡Jesús, que cosa más fea! (y puso cara de asco) Parece... una sirena ¿fea? ¡Estás tonta! Las sirenas son bellísimas.
Iba a iniciar una discusión con la Cotilla cuando la abuela entró en casa. Al ver el dibujo que tenía la vecina en las manos se acercó a mi de improviso y me dio tal pescozón que mi cabeza rebotó, los menos diez veces, contra la pared de la cocina. Yo había traspasado una línea roja con respecto al pacto de silencio sobre Pascualita...
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