¡Por fin he sabido de dónde salió la extraña Mamá Huevo! De las mágicas manos de un Mago de tres al cuarto que vino a mi barrio ha trabajar durante las fiestas del mismo.
Se anunciaba como Toribio, el Súper Mago. Era un señor muy mayor al que no le funcionaba muy bien la cabeza. Cuando Pepe el jibarizado se enteró, le ofreció lo único que tenía: el ojo-catalejo. Toribio se emocionó y dijo la célebre frase: - Quién da lo que tiene no está obligado a más.
Esa misma tarde, el Súper Mago Toribio salió a actuar con el llavero sujeto a su cinturón. Pepe el jibarizado no cabía en si de alegría ¡Por fin la gente lo conocería! Recorrieron las calles del barrio. Vieron los tenderetes y actuaciones contratadas por el Ayuntamiento. Pepe el jibarizado acabó mareado perdido de tanto mirar aquí y allá.
Por último, le tocó actuar a Toribio. La gente no le prestó mucha atención porque era demasiado lento. Cuando fue a hacer su último truco el Súper Mago a punto estuvo de desmayarse: había perdido uno de sus elementos mágicos: un huevo.
Cuando ya estaba a punto de pegarse un tiro, se escuchó: - OOOOOOOOOOOOOOOOO - ¡Pepe el jibarizado lo encontró! El alivio fue tan grande que Toribio, después de hacerle un conjuro mágico, lanzó el huevo al balcón, cayendo en la humilde maceta.
A partir de aquí el conjuro actúo. El resto de la historia ya lo sabemos.
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