lunes, 15 de septiembre de 2025

La Cibeles, con los que sufren.

Pascualita y yo hemos dormido la siesta reparadora de todos los días mientras los ciclistas de la Vuelta a España aguantan calores, suben montañas, bajan a velocidades endiabladas sin parar de pedalear. 

El último día, los organizadores les tenían preparada una llegada en alto: subieron a la Bola del Mundo por una carretera empinada, sobre un suelo de cemento echo cisco. Ganó el lider, un chico noruego de nombre impronunciable. 

En casa estábamos todos en la salita mirando la tele. De la calle llegó la escandalera de siempre cuando la abuela llega en el rolls royce y aparca en la parada del bus. Se dejó caer en el sofá mientras Pompilio, las COFRE y un montón de bolas de polvo, salían por pies para no ser aplastadas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Dejáme sitio! (le gritó a la abuela la Cotilla) - Pascualita se removía inquieta en mi escote. - Tranquila, tranquila (dije sin pensar que no estábamos solas) Mi primer abuelito apareció en lo alto de la librería ¡Iba más bonito que un San Luis! - ¡Ooooh! (se me escapó) ¡Huy! 

Rios de gente llenaban las calles enarbolando banderas palestinas. Iban en son de paz  La Cibeles sintió que la entrega de trofeos no sería como siempre. Pero había niños a los que recordar y otros a quien salvar y la diosa, castiza, estuvo de su parte y con el pueblo de Madrid.

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