La Cotilla entró en casa acompañada de varios municipales, Bedulio entre ellos. - ¿Qué ha pasado? (dije poniendo la cara más angelical que pude) - ¡Me han robado! - ¡Ostras, Pedrín! - ¡Me han vaciado el bolso! - ¿Sospecha de alguien, Cotilla? ¿De los dueños de los cepillos de alguna iglesia..., por ejemplo?
Los agentes me miraron con curiosidad. - ¿Acaso sabe usted algo que nosotros debamos saber? - Bedulio, que como siempre que entra en casa no las tenía todas consigo, se preocupó: - Mejor nos vamos... - Pero no le hicieron caso y empezaron las conjeturas: - Pues me suena lo del robo de los cepillos... - Un rato después me sentí sacrílega ante tanta pregunta capciosa. - ¡Oigan, que yo no he sido!
Bedulio sudaba: - Yo la creo ¡Vámonos! - Pero no soltaban la presa. Así que no tuve más remedio que gritar: - ¡¡¡ABUELITOOOOOO!!!
En un segundo la sangre le bajó a los pies al pobre municipal ante el estupor de sus compañeros. - Llévenselo que le está dando un soponcio... Oh, que bonito sudario ¿Es de Chanel, abuelito? - Bedulio no esperó la respuesta y, aunque a trompicones, bajó la escalera sin apenas tocar el suelo con los pies.
- Nos vamos pero volveremos porque aquí hay gato encerrado (dijeron sus compañeros)
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