Durante unos días no se vio a Bedulio por las calles. Pensé que eso sería bueno para que los municipales no vinieran más a casa. Tal vez el Municipal les contó su fobia hacia el ánima de mi primer abuelito y se la ha transmitido a todos sus compañeros. Pero me equivocaba de cabo a rabo por qué una mañana llamaron al timbre.
No, Bedulio no venía con los municipales. - ¿Está malito? - Es como si tuviera alergia a ésta casa. - Me dio la risa floja - Yo diría que a mi primer abuelito jijijiji... - ¿Vive aquí el abuelo? (preguntó uno de ellos) - No, pero cuando menos me lo espero, se presenta... ¡Ahora mismo está volando alrededor de la lámpara del comedor! ¡Hola, abuelito! - El puñetero pasó rozándoles la cara y eso bastó para que les corriera un escalofrío por la espalda y les entraran las prisas: - Bueno..., pues eso ¡que nos vamos!
Salían a paso ligero pero, antes de alcanzar la puerta de la calle, frenaron en seco chocando entre sí. Hacia ellos se dirigía una especie de zorrito que, en vez de correr, reptaba por el pasillo. No sé que se les figuraría que era aquella aparición pero corrieron como alma que lleva el diablo escaleras abajo.
En la huida escuché algo sobre el Jefe - ... Pues, como no venga su padre ...
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